Pasaje: Santiago 5:13-20.
Tema: Recomendaciones pastorales para la vida cristiana
Introducción
En esta última sección, Santiago se muestra como el pastor que es. Él parece estar preocupado por las necesidades de la grey y se apura por dar una respuesta a cada situación que el creyente enfrenta en la vida cristiana. Sabe que no siempre estará cerca de sus destinatarios para poder ayudarles personalmente, por eso les anima a acudir a Dios mediante la oración y también buscar ayuda espiritual entre los ancianos de la iglesia. Ellos deben de ser conscientes que las oraciones del pueblo a veces tienen obstáculos, por eso les anima a confesar sus culpas y arreglar sus ofensas, haciendo eso podrán orar eficazmente.
I. La respuesta frente a diversas situaciones en la vida cristiana (vv.13-14, 16a, 19-20).
En esta sección Santiago, cual buen pastor, nos va a dar algunas recomendaciones prácticas de que hacer frente a las diferentes situaciones, en la vida cristiana.
A. La tristeza (v.13a). La forma de responder frente a la tristeza y las aflicciones en la vida cristiana, no son la frustración, el enojo, el deseo de venganza, el deseo de auto-eliminarse; tampoco la blasfemia contra el nombre de Dios[1]. Los creyentes debemos aprender a darle la ‘bienvenida’ a las aflicciones con oración y no simplemente ‘sonreír y aguantar’ como lo planteaban los estoicos (Gregory, p.112). La oración constituye la mejor respuesta a los problemas de la vida. No se trata de un escapismo ni de una evasión de la realidad, es nuestra esperanza puesta en acción mediante nuestra oración hacia nuestro Dios, que puede darnos la paz que sobrepasa todo entendimiento en medio de nuestras luchas profundas, por mantenernos de pie en la vida cristiana.
No olvidemos que nuestro Señor nos ha extendido una invitación para invocarle en medio de nuestro dolor. El salmista Asaf lo entendió así, por eso escribió: ‘Llámame cuando estés angustiado; yo te libraré, y tú me honrarás’ (Salmo 50:15, DHH). La oración siempre será la mejor terapia contra la aflicción.
B. La alegría (v.13b). La verdad es que cuando todo nos parece que va bien, sentimos que no necesitamos a Dios en nuestras vidas. Muchas veces sólo buscamos a Dios cuando todo nos va mal. Eso en si mismo no está mal, ya Santiago nos ha invitado a buscar a Dios en medio de nuestro dolor y no solamente desesperanzarnos. Pero buscar sólo a Dios cuando me va mal y olvidarme de él cuando prospero, es una muestra de amor convenido. La prosperidad del creyente debe ir acompañada por alabanzas que exalten y reconozcan que todo lo que somos y tenemos proviene de la mano de nuestro único gran Dios.
Es probable que muchos creyentes pensemos que nuestro éxito proviene de nosotros mismos. Pensamos que es nuestra habilidad, nuestra inteligencia o nuestra fuerza, son las que nos han llevado al lugar que estamos ocupando, o nos han dado lo que tenemos. Sin embargo la realidad es que Dios es quien permite que las cosas pasen en nuestras vidas. Lo que tenemos y lo que somos, son obra de él[2].
C. La enfermedad (v.14). La tercera situación en la vida cristiana, son las enfermedades. Aquí no debe de haber una respuesta solamente de parte del enfermo sino de toda la congregación en su conjunto. Ellos están llamados a convocar a los ancianos a fin de que oren por el enfermo. La necesidad de uno convoca a todos (‘…orad unos por otros, para que seáis sanados’, 16b). Esto echa por tierra el individualismo y la indiferencia con la que frecuentemente tratamos los problemas de los hermanos en nuestras congregaciones. La imagen que nos entrega Santiago de la Iglesia, es la de un cuerpo que se siente el dolor de uno de sus miembros, que está proactiva y predispuesta a hacer algo a favor del doliente. La oración comunitaria ‘asegura la presencia de Dios y el perdón de los pecados’ (CBMH, ‘Santiago’, p.294). Jesús aseguró que el estaría donde estuvieran reunidos dos o tres en su nombre (Mt.18:20). Por otro lado, los ancianos en la iglesia no solamente están para tomar decisiones o sentirse todopoderosos, sino para atender las necesidades espirituales de la grey que Dios les ha encargado.
D. Las ofensas (v.16a). Es imposible que no haya ofensas unos contra otros en el cuerpo de Cristo. Tal como diría Leslie Flynn en un libro suyo, ‘los santos también se pelean’. Pero, ¿qué deberían de hacer los hermanos cuando las ofensas han sucedido en medio de ellos? Santiago no pide amnesia ni memoria selectiva, sino confesión de las ofensas, confesión de culpabilidad y confesión de perdón. Aquí la confesión aparece como un prerrequisito para que la sanidad pueda operar entre los que se han ofendido. La oración juega un papel determinante en la sanidad, pero antes de la oración está la confesión de pecados. Sin confesión de pecados la oración se invalida, sin oración no puede haber respuesta sanatoria de Dios. Anteriormente nuestro autor ya nos había invocado a que murmuremos unos de los otros (4:11), ni quejarnos unos de los otros (5:9), si eso ha sucedido, ahora nos invita a confesar nuestras ofensas unos a otros (16b).
E. El abandono de la verdad (vv.19-20). Muchas veces los creyentes pueden resultar siendo engañados por doctrinas falsas que se presentan como ‘evangélicas’. Eso ha sucedido a lo largo de la existencia de la iglesia cristiana. Aquí no se trata de evangelización de inconversos, sino de ¿qué hacer cuando uno de los nuestros se extravía de la verdad? Ya hemos visto que Santiago le da mucho valor a lo comunitario, él concibe la iglesia como una comunidad. Esa comunidad es la llamada a hacer volver ‘al pecador de su camino’. John MacArthur dice acertadamente que, ‘los cristianos deben buscar con mucha solicitud a esas personas [los que se han desviado del camino] porque corren un gran peligro de perderse’. La labor de la iglesia no es condenarlos, sino traerlos de vuelta a la verdad. Dios mismo no quiere la muerte del pecador, sino su arrepentimiento. El profeta Ezequiel (18:21-23) declara:
Pero si el impío se aparta de todos sus pecados que cometió, y guarda todos mis estatutos y actúa conforme al derecho y la justicia, de cierto vivirá: no morirá. Ninguna de las transgresiones que cometió le será recordada; por la justicia que practicó, vivirá. ¿Acaso quiero yo la muerte del impío? dice Jehová, el Señor. ¿No vivirá, si se aparta de sus malos caminos?
Santiago nos recuerda mucho las palabras del autor de Hebreos (10:24, DHH), quien nos anima a que ‘busquemos la manera de ayudarnos unos a otros a tener más amor y a hacer el bien’.
II. La importancia de la oración en la vida cristiana (vv.15, 16b, 17-18).
Santiago le da un enorme valor a la oración (proseucomai). La palabra oración se repite siete veces en estos ocho versículos finales. Por ello, debemos de deducir el valor que Santiago le confiere a la oración. Es como si quisiera estar llamando nuestra atención, al final de su carta, a fin de que no olvidemos el valor de la oración en la vida cristiana.
A. La ‘oración de fe salvará al enfermo’ (v.15a). Santiago no está tratando de decir que la oración de un tercero tiene la capacidad para salvar a una persona de sus pecados. En el griego, salvar y sanar provienen de la misma palabra (sózo). Entonces este pasaje debemos de entenderlo en términos de sanidad. La idea que subyace aquí, es la oración que se hace con fe, no como un simple formulismo, sino depositando una confianza profunda en un Dios que responde -según su voluntad- las oraciones y las peticiones de sus hijos. Tres cosas son fundamentales para que el enfermo sea sanado: (1) oración, (2) fe, y (3) la voluntad de Dios (Santiago ya nos ha recordado que nuestro hablar debería de ser ‘si el Señor quiere…’ [4:15]).
B. El enfermo es levantado por el Señor debido a la oración de los hermanos (v.15b). Cuando se sigue la ruta anterior, el resultado es la sanidad del enfermo. Hay que resaltar que Santiago atribuye la sanidad a la obra del Señor (‘…el Señor lo levantará’) y no a la capacidad humana. Los creyentes estamos llamados a orar con fe, pero el centro de la sanidad será siempre nuestro Señor. El es quien da dones de sanidad. Los dones son de él, el poder es de él, la sanidad viene de él. Los creyentes sólo somos canales a través de los cuales fluye el poder de Dios. Pero a la vez la oración del creyente es importante porque estimula la respuesta de Dios. El error que podemos cometer en la vida cristiana, es ver y agradecer solamente al instrumento, pero no al autor de la sanidad en los creyentes.
C. Los pecados son perdonados debido a la oración (v.15c). Pecado y enfermedad tenían mucha relación para los judíos. Para ellos la enfermedad era el resultado de un pecado. Entonces, si el pecado era perdonado, la enfermedad también desaparecería. No es éste el sentido que quiere darle Santiago. Tampoco se trata lo que la teología católico romana conoce como el sacramento de la ‘unción’, es decir el perdón de pecados por efecto de la formula sacramental. Ni la confesión sacramental ante un sacerdote. Lo que él trata de decirnos es que los pecados son perdonados cuando confesamos nuestras ofensas hacia otros y hacia Dios. Eso es lo que declara en el v.16. La sanidad es el resultado de la oración eficaz, eso lo aclararemos a continuación.
D. Tres tipos de oración a ser considerados por los creyentes (vv.16b-18).
(1) La oración eficaz (v.16b). La oración eficaz es aquella que va acompañada de confesión de pecados, de reconocimiento de nuestras ofensas hacia los demás. Los pecados no confesados y las cuentas no arregladas, son un impedimento para acercarnos a Dios con eficacia. Jesús alguna vez dijo (Mt.5:23-24):
Por tanto, si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 24deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y presenta tu ofrenda.
Sólo cuando hemos arreglado nuestras ofensas entre nosotros, la oración se vuelve eficaz, caso contrario, siempre nos tropezaremos con obstáculos que nosotros mismos hemos puesto en el camino.
(2) La oración unos por otros (v.16c). Sin duda Santiago se está refiriendo a la intercesión que la iglesia realiza como comunidad. Mediante la intercesión, el creyente toma las necesidades de los otros como la suya propia y las presenta a Dios. La intercesión saca a relucir nuestra solidaridad, nuestro amor y la misericordia por la necesidad de los demás. Muchas de nuestras oraciones están centradas en nosotros mismos. Esto no es otra cosa que egocentrismo, individualismo, falta de empatía, egoísmo. Nuestro Señor Jesús muchas veces oró por nosotros (Jn.17:9, 15, 20; Lc.22:31-32) dándonos ejemplo de lo que debemos de hacer en la vida cristiana a favor de otros.
(3) La oración ferviente (vv.17-18). Es una oración que posee un calor muy intenso en lo que se está pidiendo, una oración echa con mucha energía. Santiago nos presenta un ejemplo práctico de oración ferviente: Elías y su pedido de que los cielos se cierren (1 Re.17:1; 18:1) y se abran (1 Re.18:42–45). Este es el tipo de oración que muchas veces no practicamos. A veces oramos sin convicción, o lo hacemos como si tratase de un acto rutinario. No le ponemos pasión al momento de pedir a Dios. Podríamos decir que a Elías le resultaba fácil orar fervientemente porque era profeta y la respuesta estaba casi asegurada. Frente a esta objeción Santiago nos recuerda que él era un hombre común y corriente, ‘sujeto a pasiones semejantes a las nuestras’, por lo tanto no deberíamos pensar que Dios ya no responde hoy a una oración ferviente. Sin embargo la oración ferviente todavía puede cerrar y abrir los cielos. ¡Dios todavía está presente en la historia de la iglesia y su poder no ha menguado!
Conclusión
Estimados hermanos, no olvidemos los consejos sabios de este pastor [Santiago] preocupado por su grey. La mejor terapia contra el sufrimiento es la oración, nuestra prosperidad debe ir acompañada por la alabanza de reconocimiento que todo lo que somos y tenemos proviene de Dios. En la enfermedad podemos ser sanados, pero es necesario el reconocimiento de nuestras culpas, la fe, la oración y la voluntad de Dios. No debemos de olvidar tampoco que somos una comunidad de fe que debe procurar que todos lleguemos a la meta, por eso debemos de hacer todo lo posible por hacer volver a la persona que está errando el camino, haciendo eso, habremos salvado de muerte un alma. Tampoco debemos olvidar el ejemplo de Elías y su oración ferviente que logró la ayuda divina para cerrar y abrir los cielos. El Dios de Elías es también nuestro Dios y camina delante de su pueblo. Dios todavía responde la oración ferviente de su pueblo. Amen.
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Notas Finales:
[1] Recordemos el consejo de la esposa de Job, de maldecir a Dios en medio del dolor. Casi como haciéndole culpable de los males de su creación (ver Job 2:9). En todo caso –siguiendo las palabras de Job- no sólo debemos de recibir solamente lo bueno de Dios sino también el mal (una alusión a las pruebas).
[2] Dios les recordó esto al pueblo de Israel. Ellos no debían de asumirse su prosperidad, por eso el llamado a no olvidarse de él en la nueva tierra que poseerían. En algún momento ellos se sentirían tentados a declarar: ‘Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza’. La riqueza de ellos era el producto del pacto de Dios con su pueblo. Por su amor el prosperaría a su pueblo, ellos debían ser honestos en reconocerlo (ver Deut. 8:11-20).
------------ FIN DE LOS ESTUDIOS DE LA CARTA DE SANTIAGO ---------------
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