viernes, 28 de marzo de 2008

Teología y Psicología


La importancia de conocer al ser humano en el proceso de ‘cura de almas’ (*)


La diferencia entre la Consejería Bíblica y la Psicología Pastoral radica en la utilización de los conocimientos psicológicos, que hace la segunda, en el proceso de ‘cura de almas’. La Psicología Pastoral cree que es muy útil y conveniente, el conocimiento del ser humano, desde la perspectiva psicológica, para el inicio del proceso curativo y psicoterapéutico del asistido. Esto no es para decir que el conocimiento bíblico debe de ser dejado de lado, por el contrario, el conocimiento antropológico del hombre, desde una perspectiva bíblica, es primordial, fundamental, determinante e insustituible en este proceso. Por eso, la existencia de una Psicología Pastoral, no excluye de ninguna manera el conocimiento bíblico-teológico, sino que la considera como complementaria del conocimiento psicológico del ser humano.

Tenemos que admitir que hay enfoques psicopastorales muy dependientes de la psicología, sobre todo del psicoanálisis. Eso tal vez ha generado cierto rechazo y desprecio por la presencia de psicología en la consejería. Sostenemos que de ninguna manera de debe de soslayar de los conocimientos psicológicos, sobre todo si son de ayuda y están bajo el control de la reflexión bíblica. E. Thurneysen[1] hace bien en afirmar que:
Para entrevistar al hombre en la Cura del Alma, hace falta en el preámbulo conocer al hombre. La Cura del Alma, se servirá pues de la Psicología como una ciencia auxiliar, que permita explicar la naturaleza interior del hombre y adquirir su conocimiento.

Volviendo a la presencia de algunas Psicologías Pastorales, H. O. Mowrer, conocido psicoterapeuta no cristiano, ha criticado la dependencia de estas, respecto del psicoanálisis, en estos términos: ‘Demasiados pastores evangélicos han renunciado al mensaje que tenían por un plato de lentejas freudianas’[2]

No se puede sobrevalorar lo psicológico en desmedro de lo bíblico-teológico. Por eso, de manera concluyente, podemos decir que todo consejero, asesor o psicoterapeuta cristiano, necesita tener un pleno conocimiento del ser humano tanto desde la perspectiva bíblica, como de la perspectiva psicológica. El reconocido psicólogo cristiano Jorge León (2000, pp.15-29) en su obra titulada, Psicología Pastoral para todos los Cristianos, habla de dos enfoques: el teológico y el psicológico, ambos son indispensables en la intención de conocer al ser humano. En adelante, analizaremos cuales son los énfasis principales en ambos.

El conocimiento bíblico-teológico del ser humano
Dentro de la Teología Sistemática existe una rama que estudia específicamente al ser humano, se le conoce como doctrina del hombre o antropología. El estudio se centra en la creación, la caída y el estado actual del ser humano. La Biblia ofrece la gran posibilidad de que los seres humanos se conozcan a mismos a través del lente de la revelación de Dios. El conocimiento humano del hombre es imperfecto porque está mediado por el pecado y el prejuicio que el ser humano es un ente cuasi autónomo, resultado de un proceso evolutivo que ha alcanzado su ‘mayoría de edad’ a través de la ciencia y la tecnología. No discierne las verdades espirituales de la presencia del pecado y su efecto en la naturaleza[3] del hombre, tampoco la posibilidad de llegar a ser un hombre nuevo en Dios, su creador, el Hijo, su redentor y el Espíritu Santo, su consolador. Por lo tanto, podemos decir, que el conocimiento humano de si mismo es imperfecto e incompleto, si no considera la revelación divina de la Palabra de Dios, o lo que llamamos, el enfoque teológico. La ciencia tiene el prejuicio de ser autosuficiente y excluye la Biblia como medio válido para conocer al ser humano. Jorge León (2000, p.16) afirma que, ‘No debemos confiar demasiado en las facultades humanas’. Esta es una declaración valida, dado que estas han sido afectadas por el pecado, y por lo tanto, son imperfectas. Entonces, ‘Para comenzar a entender lo que somos como criaturas, y quien es nuestro Creador, es necesario reconocer nuestra debilidad e ignorancia, y partir de la revelación divina’ (ibíd. p.17)

Dios ha tomado la iniciativa, y se ha interesado en la tarea de que la humanidad se conozca a través del conocimiento suyo. El se ha revelado voluntariamente al hombre y le ha dado la oportunidad, no sólo de conocer de si mismo, sino que, por encima de esto, de conocer a su Creador y el plan que él tiene para su creación.

La comprensión de la conducta del ser humano no es un monopolio exclusivo de la psicología, muchas actitudes se pueden entender a partir de la Biblia y la descripción que ésta nos hace del ser humano como creación divina. No nos referimos a una lectura espiritualizada y animista de la conducta humana que ve maldad, pecado y entes espirituales en todo el accionar de la humanidad, sino, al punto de vista, verdaderamente bíblico, que escapa al simple animismo y esoterismo con que algunas veces nos aproximamos a la creación de Dios. Por ejemplo es muy común encontrar lecturas sobre-espiritualizadas de la conducta humana que reducen todo al accionar demoniaco y que, inconscientemente, liberan al ser humano de todo tipo de responsabilidad, pues la culpa siempre termina siendo del Diablo y no del hombre. Doctrinas como la de la ‘guerra espiritual’ y la presencia de un protestantismo popular, son muy populares en el protestantismo latinoamericano. Sueños, visiones, profecías y una tensión entre dos dimensiones: espiritual y material, son distintivos evidentes de este tipo de protestantismo.

A manera de conclusión podemos decir que el conocimiento bíblico-teológico del hombre, se configura como el punto de partida, en el intento de conocer al ser humano, en el proceso de cura de almas. Lo psicológico, viene a continuación.

El conocimiento psicológico del ser humano
Hemos mencionado la importancia del conocimiento bíblico-teológico del hombre, esto sin embargo no es excluyente del conocimiento psicológico del ser que Dios ha creado. De hecho, conocer algunos rasgos de la conducta, pensamiento y sentimientos, desde la perspectiva psicológica, no atenta ni complota contra la verdad bíblica. Sobre todo si asumimos a la psicología como una ciencia auxiliar, de ayuda y recurso secundario en el proceso de cura de almas.

El deseo que tiene el ser humano, de conocerse a si mismo, es tan antiguo como la filosofía griega. Para todos nosotros es muy familiar la expresión ‘conócete a ti mismo’, que se le ha vinculado históricamente al filósofo griego Sócrates. Esta expresión revela la intención del ser humano por conocerse a sí mismo, ya desde la edad antigua.

Las posibilidades que nos ofrece la psicología moderna son enormes, sin embargo, tal como lo hemos mencionado antes, esta debe de sujetarse a lo bíblico, si quiere ser de ayuda a lo que hoy se conoce como la Psicología Pastoral. Hoy en día no hay campo de estudio donde la psicología no esté presente –está aun en la religión-, la psicología ha hecho sentir su presencia en todas las áreas del conocimiento. No es entonces ninguna novedad que psicología y teología hayan iniciado sus primeros coqueteos, a través de la llamada Psicología Pastoral y las psicoterapias espirituales.

En un artículo publicado por María Jesús Álava Reyes[4], donde ella explica qué es la psicología y cuál es su utilidad, ella escribe:
…gracias a la psicología, podemos aprender a conocernos mejor, podemos llegar a comprender la razón por la que, tanto nosotros como otras personas, nos comportamos de una determinada forma. La psicología puede ayudarnos a entendernos y a entender a los que nos rodean, a encontrar explicaciones a conductas dispares, a conseguir que actuemos desde la lógica y el razonamiento, desde la no exigencia de imposibles, desde la comprensión y la flexibilidad que da el conocimiento mutuo.

Es evidente que la psicología puede proveernos conocimientos que nos ayuden a auscultar la compleja conducta humana, descender a los escondrijos intrincados de la mente y tratar de entenderla. Con esto no estamos tratando de hacer una apología de ella, sino más bien, llamar la atención con respecto a su utilidad, dentro del ministerio de consejería y consolación. Además de esto, la psicología puede ayudarnos a distinguir cuando estamos frente a un caso de demonización y cuando, por ejemplo, a un caso de epilepsia o esquizofrenia, puesto que sus manifestaciones externas suelen confundirse fácilmente por los clérigos.

Sin embargo hay que tener mucho cuidado con la tentación de sentirse autosuficientes con la presencia de la psicología en la sociedad moderna. La psicología, por sí misma, no es suficiente para poder cambiar al ser humano, muchos menos para darle las claves de la felicidad, tal como se presume en los círculos de la psicología[5].

En el pasado hubo demasiado optimismo con respecto al rol de la psicología y de lo que esta podía hacer. Los seguidores del psicoanálisis llegaron a la conclusión que todos los males de la humanidad se terminarían con el descubrimiento de la práctica psicoanalítica[6], sin embargo la historia nos ha demostrado que el mal sigue vigente y reina imparable sobre una sociedad que necesita volver a su creador.

¿Es posible juntar al gato y al ratón?
La pregunta que nos convoca en este punto, es saber si teología y psicología pueden convivir juntas y servirse una de la otra. Han pasado ya muchos años desde que Lawrence J. Crabb Jr. (1977, p.31) se hiciera la pregunta si el Cristianismo y la Psicología eran ¿aliados o enemigos? La relación entre ambas no ha sido muy alentadora en el pasado, pues hubo una época en la que se excluyeron, despreciaron y vetaron mutuamente[7]. Jorge León (ibíd., p.20), nos da cuenta que, ‘hubo un tiempo en que todo diálogo entre la fe cristiana y la psicología era imposible’. La relación ha ido mejorando hasta llegar a cierto grado de tolerancia, aceptación y colaboración entre ambas. Por un lado surgió la Psicología Pastoral y por el otro, la aceptación del recurso espiritual dentro del proceso psicoterapéutico en la psicología clínica[8]. Entonces podemos concluir que la relación entre teología y psicología, ha pasado de un estado de enemistad y sospecha, a una de sociedad, aceptación y ayuda mutua.


(*) Una de las clases introductorias del curso de Psicología Pastoral I, dada por el autor del Blog.


Notas:


[1] (Doctrine de la cure d·ame, Delacheaux et Niestle S.A. Neûchatel, Suiza, 1958, p. 143, citado por León, ‘La posibilidad de conocer al ser humano’, p.27)
[2] Citado por Pablo Martínez, ‘El Pastor como consejero: Principios Básicos de Consejería Pastoral’ en Biblioteca de Teología y Psicología Pastoral, vol. 3, Editorial CLIE, Barcelona.
[3] Cuando hablamos de la ‘naturaleza del hombre’ nos estamos refiriendo a la integralidad de este, cuerpo (soma), alma (psiquis) o espíritu (neuma). El pecado no sólo ha afectado la naturaleza física del hombre, sino también su manera de actuar, pensar y sentir.
[4] ‘Qué es y para qué sirve la Psicología’ en www.casadellibro.com/capitulos/8497346327.pdf. Accedido el 23/03/08.
[5] Nuestra autora antes citada (ibíd. Las mayúsculas pertenecen a la autora), escribe acerca de la utilidad de la psicología en los siguientes términos, ‘Recordemos que la psicología nos enseña que LA FELICIDAD DEPENDE DE NOSOTROS MISMOS, NO DE NUESTRAS CIRCUNSTANCIAS’
[6] Aquí, Jorge León (2000, p.20) anota: ‘Había personas tan ingenuas como para pensar que, una vez que toda la humanidad fuera psicoanalizada, todos vivirían en paz y armonía’.
[7] Todavía existe un grupo de consejeros que se muestran reacios a la presencia ‘invasiva’ de la psicología. En un artículo (‘Consejería Bíblica en Lugar de Psicología’ en Piense conforme a la Biblia) de John D. Street podemos ver claramente una fuerte protesta contra los llamados “psicólogos cristianos”: ’Mientras los psicólogos seculares restan valor a la Biblia como psicología arcaica y equivocada, sus colegas cristianos trabajan desesperadamente para apoyar su terapéutica inexperta con una apologética de ingenuidad psicológica’ (2003, p.217). A la Psicología Pastoral se le ha ligado a la teología liberal y a la influencia del psicoanálisis de Freud (cf. Crane, R. 2003, ‘El hombre psicológico que Dios ha creado’ en Psicología, UNILIT, Miami, p.43). Es de esperarse entonces cierto rechazo de parte de la teología conservadora y fundamentalista. En el capítulo de Crane (pp.46-65), a la cual hacemos referencia, existe una excelente recopilación de cómo se ha dado el proceso de integración entre psicología y la fe cristiana.
[8] La escritora holandesa Agneta Schreurs ha escrito una excelente obra titulada Psicoterapia y espiritualidad, publicada el año 2002 por Desclée de Brouwe. Allí, nuestra autora interrelaciona hábilmente la psicoterapia y la espiritualidad como un recurso que puede desempeñar un rol positivo en la recuperación del paciente.

Teología y Psicología

La importancia de conocer al ser humano en el proceso de ‘cura de almas’


La diferencia entre la Consejería Bíblica y la Psicología Pastoral radica en la utilización de los conocimientos psicológicos, que hace la segunda, en el proceso de ‘cura de almas’. La Psicología Pastoral cree que es muy útil y conveniente, el conocimiento del ser humano, desde la perspectiva psicológica, para el inicio del proceso curativo y psicoterapéutico del asistido. Esto no es para decir que el conocimiento bíblico debe de ser dejado de lado, por el contrario, el conocimiento antropológico del hombre, desde una perspectiva bíblica, es primordial, fundamental, determinante e insustituible en este proceso. Por eso, la existencia de una Psicología Pastoral, no excluye de ninguna manera el conocimiento bíblico-teológico, sino que la considera como complementaria del conocimiento psicológico del ser humano.

Tenemos que admitir que hay enfoques psicopastorales muy dependientes de la psicología, sobre todo del psicoanálisis. Eso tal vez ha generado cierto rechazo y desprecio por la presencia de psicología en la consejería. Sostenemos que de ninguna manera de debe de soslayar de los conocimientos psicológicos, sobre todo si son de ayuda y están bajo el control de la reflexión bíblica. E. Thurneysen[1] hace bien en afirmar que:
Para entrevistar al hombre en la Cura del Alma, hace falta en el preámbulo conocer al hombre. La Cura del Alma, se servirá pues de la Psicología como una ciencia auxiliar, que permita explicar la naturaleza interior del hombre y adquirir su conocimiento.

Volviendo a la presencia de algunas Psicologías Pastorales, H. O. Mowrer, conocido psicoterapeuta no cristiano, ha criticado la dependencia de estas, respecto del psicoanálisis, en estos términos: ‘Demasiados pastores evangélicos han renunciado al mensaje que tenían por un plato de lentejas freudianas’[2]

No se puede sobrevalorar lo psicológico en desmedro de lo bíblico-teológico. Por eso, de manera concluyente, podemos decir que todo consejero, asesor o psicoterapeuta cristiano, necesita tener un pleno conocimiento del ser humano tanto desde la perspectiva bíblica, como de la perspectiva psicológica. El reconocido psicólogo cristiano Jorge León (2000, pp.15-29) en su obra titulada, Psicología Pastoral para todos los Cristianos, habla de dos enfoques: el teológico y el psicológico, ambos son indispensables en la intención de conocer al ser humano. En adelante, analizaremos cuales son los énfasis principales en ambos.

El conocimiento bíblico-teológico del ser humano
Dentro de la Teología Sistemática existe una rama que estudia específicamente al ser humano, se le conoce como doctrina del hombre o antropología. El estudio se centra en la creación, la caída y el estado actual del ser humano. La Biblia ofrece la gran posibilidad de que los seres humanos se conozcan a mismos a través del lente de la revelación de Dios. El conocimiento humano del hombre es imperfecto porque está mediado por el pecado y el prejuicio que el ser humano es un ente cuasi autónomo, resultado de un proceso evolutivo que ha alcanzado su ‘mayoría de edad’ a través de la ciencia y la tecnología. No discierne las verdades espirituales de la presencia del pecado y su efecto en la naturaleza[3] del hombre, tampoco la posibilidad de llegar a ser un hombre nuevo en Dios, su creador, el Hijo, su redentor y el Espíritu Santo, su consolador. Por lo tanto, podemos decir, que el conocimiento humano de si mismo es imperfecto e incompleto, si no considera la revelación divina de la Palabra de Dios, o lo que llamamos, el enfoque teológico. La ciencia tiene el prejuicio de ser autosuficiente y excluye la Biblia como medio válido para conocer al ser humano. Jorge León (2000, p.16) afirma que, ‘No debemos confiar demasiado en las facultades humanas’. Esta es una declaración valida, dado que estas han sido afectadas por el pecado, y por lo tanto, son imperfectas. Entonces, ‘Para comenzar a entender lo que somos como criaturas, y quien es nuestro Creador, es necesario reconocer nuestra debilidad e ignorancia, y partir de la revelación divina’ (ibíd. p.17)

Dios ha tomado la iniciativa, y se ha interesado en la tarea de que la humanidad se conozca a través del conocimiento suyo. El se ha revelado voluntariamente al hombre y le ha dado la oportunidad, no sólo de conocer de si mismo, sino que, por encima de esto, de conocer a su Creador y el plan que él tiene para su creación.

La comprensión de la conducta del ser humano no es un monopolio exclusivo de la psicología, muchas actitudes se pueden entender a partir de la Biblia y la descripción que ésta nos hace del ser humano como creación divina. No nos referimos a una lectura espiritualizada y animista de la conducta humana que ve maldad, pecado y entes espirituales en todo el accionar de la humanidad, sino, al punto de vista, verdaderamente bíblico, que escapa al simple animismo y esoterismo con que algunas veces nos aproximamos a la creación de Dios. Por ejemplo es muy común encontrar lecturas sobre-espiritualizadas de la conducta humana que reducen todo al accionar demoniaco y que, inconscientemente, liberan al ser humano de todo tipo de responsabilidad, pues la culpa siempre termina siendo del Diablo y no del hombre. Doctrinas como la de la ‘guerra espiritual’ y la presencia de un protestantismo popular, son muy populares en el protestantismo latinoamericano. Sueños, visiones, profecías y una tensión entre dos dimensiones: espiritual y material, son distintivos evidentes de este tipo de protestantismo.

A manera de conclusión podemos decir que el conocimiento bíblico-teológico del hombre, se configura como el punto de partida, en el intento de conocer al ser humano, en el proceso de cura de almas. Lo psicológico, viene a continuación.

El conocimiento psicológico del ser humano
Hemos mencionado la importancia del conocimiento bíblico-teológico del hombre, esto sin embargo no es excluyente del conocimiento psicológico del ser que Dios ha creado. De hecho, conocer algunos rasgos de la conducta, pensamiento y sentimientos, desde la perspectiva psicológica, no atenta ni complota contra la verdad bíblica. Sobre todo si asumimos a la psicología como una ciencia auxiliar, de ayuda y recurso secundario en el proceso de cura de almas.

El deseo que tiene el ser humano, de conocerse a si mismo, es tan antiguo como la filosofía griega. Para todos nosotros es muy familiar la expresión ‘conócete a ti mismo’, que se le ha vinculado históricamente al filósofo griego Sócrates. Esta expresión revela la intención del ser humano por conocerse a sí mismo, ya desde la edad antigua.

Las posibilidades que nos ofrece la psicología moderna son enormes, sin embargo, tal como lo hemos mencionado antes, esta debe de sujetarse a lo bíblico, si quiere ser de ayuda a lo que hoy se conoce como la Psicología Pastoral. Hoy en día no hay campo de estudio donde la psicología no esté presente –está aun en la religión-, la psicología ha hecho sentir su presencia en todas las áreas del conocimiento. No es entonces ninguna novedad que psicología y teología hayan iniciado sus primeros coqueteos, a través de la llamada Psicología Pastoral y las psicoterapias espirituales.

En un artículo publicado por María Jesús Álava Reyes[4], donde ella explica qué es la psicología y cuál es su utilidad, ella escribe:
…gracias a la psicología, podemos aprender a conocernos mejor, podemos llegar a comprender la razón por la que, tanto nosotros como otras personas, nos comportamos de una determinada forma. La psicología puede ayudarnos a entendernos y a entender a los que nos rodean, a encontrar explicaciones a conductas dispares, a conseguir que actuemos desde la lógica y el razonamiento, desde la no exigencia de imposibles, desde la comprensión y la flexibilidad que da el conocimiento mutuo.

Es evidente que la psicología puede proveernos conocimientos que nos ayuden a auscultar la compleja conducta humana, descender a los escondrijos intrincados de la mente y tratar de entenderla. Con esto no estamos tratando de hacer una apología de ella, sino más bien, llamar la atención con respecto a su utilidad, dentro del ministerio de consejería y consolación. Además de esto, la psicología puede ayudarnos a distinguir cuando estamos frente a un caso de demonización y cuando, por ejemplo, a un caso de epilepsia o esquizofrenia, puesto que sus manifestaciones externas suelen confundirse fácilmente por los clérigos.

Sin embargo hay que tener mucho cuidado con la tentación de sentirse autosuficientes con la presencia de la psicología en la sociedad moderna. La psicología, por sí misma, no es suficiente para poder cambiar al ser humano, muchos menos para darle las claves de la felicidad, tal como se presume en los círculos de la psicología[5].

En el pasado hubo demasiado optimismo con respecto al rol de la psicología y de lo que esta podía hacer. Los seguidores del psicoanálisis llegaron a la conclusión que todos los males de la humanidad se terminarían con el descubrimiento de la práctica psicoanalítica[6], sin embargo la historia nos ha demostrado que el mal sigue vigente y reina imparable sobre una sociedad que necesita volver a su creador.

¿Es posible juntar al gato y al ratón?
La pregunta que nos convoca en este punto, es saber si teología y psicología pueden convivir juntas y servirse una de la otra. Han pasado ya muchos años desde que Lawrence J. Crabb Jr. (1977, p.31) se hiciera la pregunta si el Cristianismo y la Psicología eran ¿aliados o enemigos? La relación entre ambas no ha sido muy alentadora en el pasado, pues hubo una época en la que se excluyeron, despreciaron y vetaron mutuamente[7]. Jorge León (ibíd., p.20), nos da cuenta que, ‘hubo un tiempo en que todo diálogo entre la fe cristiana y la psicología era imposible’. La relación ha ido mejorando hasta llegar a cierto grado de tolerancia, aceptación y colaboración entre ambas. Por un lado surgió la Psicología Pastoral y por el otro, la aceptación del recurso espiritual dentro del proceso psicoterapéutico en la psicología clínica[8]. Entonces podemos concluir que la relación entre teología y psicología, ha pasado de un estado de enemistad y sospecha, a una de sociedad, aceptación y ayuda mutua.
[1] (Doctrine de la cure d·ame, Delacheaux et Niestle S.A. Neûchatel, Suiza, 1958, p. 143, citado por León, ‘La posibilidad de conocer al ser humano’, p.27)
[2] Citado por Pablo Martínez, ‘El Pastor como consejero: Principios Básicos de Consejería Pastoral’ en Biblioteca de Teología y Psicología Pastoral, vol. 3, Editorial CLIE, Barcelona.
[3] Cuando hablamos de la ‘naturaleza del hombre’ nos estamos refiriendo a la integralidad de este, cuerpo (soma), alma (psiquis) o espíritu (neuma). El pecado no sólo ha afectado la naturaleza física del hombre, sino también su manera de actuar, pensar y sentir.
[4] ‘Qué es y para qué sirve la Psicología’ en www.casadellibro.com/capitulos/8497346327.pdf. Accedido el 23/03/08.
[5] Nuestra autora antes citada (ibíd. Las mayúsculas pertenecen a la autora), escribe acerca de la utilidad de la psicología en los siguientes términos, ‘Recordemos que la psicología nos enseña que LA FELICIDAD DEPENDE DE NOSOTROS MISMOS, NO DE NUESTRAS CIRCUNSTANCIAS’
[6] Aquí, Jorge León (2000, p.20) anota: ‘Había personas tan ingenuas como para pensar que, una vez que toda la humanidad fuera psicoanalizada, todos vivirían en paz y armonía’.
[7] Todavía existe un grupo de consejeros que se muestran reacios a la presencia ‘invasiva’ de la psicología. En un artículo (‘Consejería Bíblica en Lugar de Psicología’ en Piense conforme a la Biblia) de John D. Street podemos ver claramente una fuerte protesta contra los llamados “psicólogos cristianos”: ’Mientras los psicólogos seculares restan valor a la Biblia como psicología arcaica y equivocada, sus colegas cristianos trabajan desesperadamente para apoyar su terapéutica inexperta con una apologética de ingenuidad psicológica’ (2003, p.217). A la Psicología Pastoral se le ha ligado a la teología liberal y a la influencia del psicoanálisis de Freud (cf. Crane, R. 2003, ‘El hombre psicológico que Dios ha creado’ en Psicología, UNILIT, Miami, p.43). Es de esperarse entonces cierto rechazo de parte de la teología conservadora y fundamentalista. En el capítulo de Crane (pp.46-65), a la cual hacemos referencia, existe una excelente recopilación de cómo se ha dado el proceso de integración entre psicología y la fe cristiana.
[8] La escritora holandesa Agneta Schreurs ha escrito una excelente obra titulada Psicoterapia y espiritualidad, publicada el año 2002 por Desclée de Brouwe. Allí, nuestra autora interrelaciona hábilmente la psicoterapia y la espiritualidad como un recurso que puede desempeñar un rol positivo en la recuperación del paciente.

lunes, 24 de marzo de 2008

UNA PSICOLOGÍA PASTORAL PARA UNA MUJER MALTRATADA


UNA PSICOLOGÍA PASTORAL PARA UNA MUJER MALTRATADA



Introducción
Todavía resulta un misterio, saber a profundidad, las razones por la que la mujer maltratada continúa al lado de su pareja, aun cuando está experimentando un espiral de violencia de la cual no puede escapar. Todos nos preguntamos ¿qué es lo que lleva a la mujer a seguir en una situación tan tormentosa y dañina para su vida? Un ensayo de respuesta, a secas, resulta muy difícil articularlo y argumentarlo. No todas las mujeres reaccionan de la misma manera, ni son tan resueltas, como las que inician un proceso de separación, o abandonan la relación. Lo cierto es que hay factores sociológicos, religiosos y psicológicos que están involucrados en la decisión de la mujer maltratada. En este apéndice nos vamos a centrar principalmente en los factores psicológicos que condicionan la conducta de la mujer maltratada.

Estudios realizados en torno a los factores antes mencionados, nos muestran algunos datos que pueden ayudarnos para entender la psicología de la mujer maltratada. Uno de esos estudios procede del Perú, país latinoamericano en la cual se han hecho encuestas censales en torno a la familia. Una de las preguntas se centró precisamente en los factores que empujan a las mujeres maltratadas a continuar con su pareja. A continuación reproducimos dicho cuadro censal y sus resultados.


CUADRO Nº 3.6¿PORQUE CREE UD. QUE LAS MUJERES MALTRATADAS CONTINUANVIVIENDO CON SUS PAREJAS?



RAZONES %
POR LOS HIJOS 63,4
NO TIENEN INGRESOS PROPIOS 56,7
PORQUE LOS QUIEREN O AMAN 29,7
NO TIENEN DONDE IR 28,5
TIENEN MIEDO A SU PAREJA 24,3
TIENEN MIEDO A QUEDARSE SOLAS 21,9
PORQUE ES NORMAL 17,1
TIENEN VERGÜENZA DEL QUE DIRAN 11,3
PARA MANTENER UNIDA A LA FAMILIA 11,0
LA RELIGION LES DICE QUE NO DEBEN SEPARARSE 0,8
OTRO 6,2


FUENTE: Encuesta de Hogares sobre Vida Familiar en Lima Metropolitana, 1999. Nº de Casos: 2459

Analizando el perfil de la mujer maltratada
Tal como puede observarse, el factor ‘los hijos’ es la primera opción que encabeza las respuestas de las mujeres maltratadas, en su intención por preservar un status quo perverso que le es lesiva. Indudablemente existe aquí una mezcla de temor hacia el conyugue, amor por los hijos e instinto de protección maternal por los mismos. Es tal vez este último factor el que es más crucial en la decisión de la mujer[1]. En la sociedad latinoamericana la economía hogareña se sustenta principalmente sobre la base del trabajo masculino. De manera que tener al padre es sinónimo de supervivencia, de preservación de la especie, tanto de los hijos, como de la mujer misma. La exclusión que experimenta la mujer en una sociedad que prescinde de su presencia, termina por doblegarla ante la presencia nociva e indeseada del padre/verdugo. Eso lo corroboran la segunda y cuarta opción de la encuesta: ‘no tienen ingresos propios’ con un 56.7% y ‘no tienen donde ir’ con un 28.5%. No hay opción para ellas, sobrevivir o resignarse parecen ser las dos únicas lúgubres alternativas para miles de ellas.

La mujer que sufre violencia dentro del hogar siente que ha ingresado a un laberinto oscuro y errático del cual no saldrá para ver la luz de un nuevo amanecer. No tiene más opción que la resignación y la amargura, sus hijos necesitan un padre que los alimente y ella necesita un esposo para seguir inventando una realidad –ante la sociedad[2]- que le es esquiva, un mundo quimérico donde se siente amada, respetada y valorada. A menudo las mujeres maltratadas se refugian en una utopía que es opuesta a la realidad en que viven, es un mecanismo de defensa que les permite asirse a la vida o no sucumbir frente a la experiencia traumática que le toca vivir. Sabe que ella sólo es un dato que alimenta una truculenta estadística, sin embargo todavía apela a la esperanza de que su esposo/verdugo cambiará, que los años de novios regresarán y que volverán a pasear por un parque, de la mano, como en antaño.

La tercera opción en el estudio nos notifica del factor ‘amor’, 29.7% de las encuestadas respondió que no abandonaban a sus parejas porque los amaban. Es posible que en muchos casos exista restos de amor en el corazón de una mujer maltratada, sin embargo, también es posible, que algunas de ellas se hayan echo adictas a una relación dañina. No saben vivir de otra forma, confunden el amor con la resignación, peor aun, con el masoquismo. En el Perú tenemos una frase que es muy popular, pero que en el fondo expresa cierto grado de baja autoestima e ignorancia respecto de lo que es el amor. Esta frase dice así: ‘más me pegas, más te quiero’, es el mal llamado ‘amor serrano’. En México se le conoce como el ‘amor apache o azteca’. En Ecuador existe una expresión muy similar: ‘Marido es; aunque pegue, aunque mate, marido es’ (citado por Carvalho, 2006, p.53). En Brasil, ‘Mal con él; peor sin él’ (ibíd.). ¿Eso tal vez revela que la sociedad latinoamericana es una sociedad con una autoestima doblegada que ha descendido al fondo de la ciénaga, y con una ignorancia descomunal de lo que es el amor? Resulta casi inverosímil que un 17.1% haya respondido ‘Porque es normal’, eso habla mucho de la forma como entienden la relación familiar. En esto tiene que ver también la figura paterna, hay estudios psicológicos en los cuales se ha establecido que un porcentaje de mujeres que han crecido bajo la tutela de un padre severo y violento (con los hijos y la madre), condicionan en las hijas la presencia de un esposo virulento que proyecte la figura del padre. Eso como querer llevar un ‘vacío’. De esa manera ‘son felices’, no han aprendido a vivir de otra manera, el ‘amor’ que recibieron siempre fue en esos términos. También debemos mencionar la autoestima de la mujer maltratada, como un agente que predetermina su conducta, pues está demostrado que las mujeres con autoestima baja, toleran fácilmente la humillación, la violencia y el desamor. Muchas piensan que merecen eso, pues piensan que valen tan poco, que la vida también tiene poco para ofrecerles.

Finalmente, resulta increíble que, en un continente mayoritariamente católico, el factor religioso sólo incida en un magro 0,8%. Eso, mucho más, si consideramos que el catolicismo es una de las religiones con una posición mucho más cerrada a la posibilidad del divorcio. En realidad no debe de sorprender el hecho que la iglesia católica no tenga mucha influencia en la vida ética y moral de sus adeptos. En el catolicismo, tanto ética como praxis, son dos caminos que difícilmente se juntan, intersecan o sintonizan entre sí.

Alternativas pastorales frente a la mujer maltratada
En esta parte quiero abandonar lo descriptivo, lo analítico y pasar a la praxis pastoral, a la forma como la iglesia -que debe ser una comunidad terapéutica que acoge, cura y acompaña al desvalido- responde a los gritos de una sociedad aparentemente enferma y colapsada. Ya hemos expresado en este libro, la situación de la familia y el proceso de desintegración que esta afronta, también hemos hecho notar la falta de un programa, dentro de la iglesia, que se encargue de la familia y sus problemas. Lo que queda ahora es asumir esta triste situación en una actitud de amor al mundo pecador, de responder pastoralmente a este cáncer que nos va consumiendo de a pocos y de ver la situación a través de los ojos del Maestro, aquel que le dijo a Pedro (Jn.21.15-17; las negritas son mías):
…Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Le respondió: —Sí, Señor; tú sabes que te quiero. Él le dijo: —Apacienta mis corderos. Volvió a decirle la segunda vez: —Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: —Sí, Señor; tú sabes que te quiero. Le dijo: —Pastorea mis ovejas. Le dijo la tercera vez: —Simón, hijo de Jonás, ¿me quieres? Pedro se entristeció de que le dijera por tercera vez: «¿Me quieres?», y le respondió: —Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: —Apacienta mis ovejas.

No se puede ser pastor ni se puede amar al ´príncipe de los pastores’[3] -el ‘gran pastor de las ovejas’[4]- si no se apacienta sus ovejitas. Aquellas trasquiladas, débiles, enfermas y perniquebradas[5] por la violencia doméstica. Pastoral es presencia donde hay indiferencia, es acción donde gobierna la abulia, es amor donde rige la indolencia.

Necesidad de una praxis pastoral de la iglesia
Sin duda la problemática que hemos visto a través de este estudio realizado en el Perú, nos remite a una agenda inconclusa desde la perspectiva eclesial-pastoral. Nuestro compromiso con la sociedad nos lleva a formular y articular alternativas eclesiales-pastorales que ayuden a las mujeres que son objeto de dicho mal. En primer lugar proponemos la praxis del Buen Pastor, de aquel que deja momentáneamente las 99 y busca la perdida hasta asirla sobre su hombro y llevarla nuevamente con sus hermanas, aquel que ve las multitudes –de mujeres maltratadas- y se compadece de ellas (cf.Mt.9:37). Es la praxis de Cristo la que necesitamos duplicar, en nuestras vidas, todas aquellas personas que hemos sido convocados al enorme privilegio de la acción pastoral. No estamos hablando solamente de individuos o de clérigos en un sentido exclusivo, puesto que la iglesia cumple también una función pastoral en medio de la sociedad latinoamericana. Por eso, aun hayamos condicionado nuestro esquema mental a pensar que el cuidado pastoral excluye a los no llamados, proponemos la segunda praxis: la praxis del buen samaritano[6] como una respuesta al desvalido que se encuentra al lado del camino, carente de protección, socorro y ayuda. Esto debe llevarnos a las iglesias –puesto que son comunidades que acogen-, sin excluir a nadie, a informarnos acerca de la legislación vigente en torno al maltrato y violencia doméstica, para saber como movernos en una situación similar. La segunda acción es implementar un ministerio y su respectivo programa, que ampare, albergue, proteja y cure a la mujer maltratada. Este programa debe de ser capaz de brindar ayuda pastoral, psicológica y hasta legal, sin las cuales el problema vuelve a fojas cero.

Pasando al plano práctico, lo que nos toca, dentro de la praxis pastoral, es mostrar, a la pareja, la cosmovisión cristiana de la relación matrimonial en la nueva vida. Entrenarles en las relaciones matrimoniales y el manejo de conflictos, de manera que la relación matrimonial crezca y madure. Además de esto, la praxis pastoral debe de estar orientada a mostrar y entrenar a la pareja, en cuales son los términos del verdadero amor. En el evangelio las personas desaprenden su concepto de amor y lo reelaboran a partir de la Palabra de Dios. Nadie puede amar con excelencia a menos que haya experimentado del amor de Dios. El recibir el amor de Dios nos capacita y califica para amar como él nos ama. Quien ama no sólo lo declara, sino que lo demuestra con hechos concretos. Nosotros deducimos el amor de Dios a partir de sus acciones consignadas en la historia y en su Palabra. El amor se hace evidente a partir de lo que uno hace, sin acciones concretas no se puede deducir el amor. El amor, según la Palabra, es un asunto meramente práctico. Tenemos muchos pasajes bíblicos, a partir de la cual, podemos entrenar a las parejas a amarse uno al otro. La labor del pastor está orientada precisamente al proceso de ayudar a desaprender y aprehender, para eso tiene un enorme caudal en las Escrituras[7] a fin de iniciar el proceso terapéutico o curativo. El paradigma del amor conyugal es el amor de Cristo hacia su Iglesia, él ´se entregó así mismo por ella’ y eso también se espera del varón en relación a su esposa. Pablo deja bien sentado que quien maltrata a su esposa, se degrada así mismo y ha perdido su dignidad[8]. En el libro de Oseas, Dios, como marido fiel y amoroso, atrae a su esposa ‘Con lazos de ternura, con cuerdas de amor’[9]. A lo largo de la Biblia podemos encontrar una multitud de pasajes que podemos aplicar pastoralmente al amor verdadero conyugal. La violencia familiar es la antítesis del amor conyugal.

Hablemos sucintamente de la psicoterapia pastoral aplicada a la mujer maltratada. El proceso terapéutico es precisamente un proceso, no es un evento, es un trabajo de largo plazo. Las mujeres maltratadas conviven por años con los traumas de la violencia y humillación. La iglesia no debe de abandonar sus esfuerzos por curar y reparar la vida de las mujeres que han sido objeto del maltrato físico y psicológico. El evangelio en si mismo es una terapia en tanto que provee cuidados, mediante el ministerio de la iglesia, y cura las almas devastadas. La iglesia se convierte en una comunidad de apoyo donde la mujer maltratada experimenta el amor de Dios y el amor de sus hermanos. Donde es acogida con alegría y empieza a curar sus heridas y revalorar su autoestima, puesto que empieza a ser consciente que comporta en si misma el imago Dei[10], que es ‘especial tesoro’ (Ex.19:5; Mal.3:17), ‘linaje escogido’ (1 Pe.2:9) de Dios y que ha sido amada, desde siempre, con ‘amor eterno’ por él (Jer.31:3).

El problema de la violencia no solo afecta a las mujeres. Es un problema estructural que se extiende como un manto oscuro sobre toda la familia. A priori, debemos de tratar el problema dentro del ámbito de la familia, sin embargo, hay casos cuando será muy difícil trabajar con ambos conyugues, sobre todo cuando el maltrato ha trepado niveles alarmantes y la vida de la mujer peligra. En esos casos la escritora y psicóloga brasilera Esly Carvalho (2006, p.57) recomienda la ´separación terapéutica’[11]. Este es un recurso que permite que la pareja -sobre todo el varón, si es la persona que maltrata- repiense su accionar y llegue a un cambio de conducta.


Notas:
[1] En mi primer pastorado, mientras conversaba con una hermana de la iglesia donde yo pastoreaba, ella me contaba que su ‘comadre’ (termino que en el Perú se emplea para denotar cierto grado de parentesco político) había descubierto que su esposo le era infiel, además de maltratarle. Quede muy sorprendido cuando ella me dijo que su comadre había decidido ‘hacerse la loca’ y no confrontar la actitud del esposo infiel y maltratador. Cuando le pregunte la razón, quedé sorprendido con la respuesta: ella tenía miedo a quedarse sin su esposo y sin una persona que mantuviera económicamente a ella y sus hijos. La fórmula era sencilla, silencio a cambio de supervivencia.
En el Perú, en la mayoría de los casos, cuando un esposo abandona a su familia, estos quedan desprotegidos de todo tipo de cuidado económico. Los juicios por alimentos son cosa de todos los días, son puntos pendientes de una enorme agenda que todavía no se ha atendido. En el último año se ha tratado de ajustar e implementar represalias contra los padres que no cumplen con una pensión para su familia, sin embargo, todavía queda mucho por hacer en este asunto.
[2] 11.3% de las mujeres encuestadas respondieron que toleraban la violencia porque ‘tienen vergüenza del que dirán’. Es indudable que la presión social, la burla y la estigmatización tienen una cuota importante en la decisión de la mujer maltratada.
Los problemas domésticos, comúnmente, son elevados a la categoría de públicos en la sociedad latinoamericana. La vida de las personas son normalmente ´telenovelas’ que se comentan en los pasillos y en las reuniones del barrio.
[3] Así lo entendió el apóstol en 1 Pe.5:4.
[4] He. 13:20.
[5] cf. Ez.34:4. Ahí se puede encontrar una fuerte llamada al pastor –en el contexto, el rey de Israel- que desatiende a las ovejas, se aprovecha de ellas y vive una vida narcisista e individualista, centrada en si mismo.
[6] Según el relato bíblico de Lucas 10:25-37, el denominado ‘buen samaritano’ no es un tipo religioso ni relacionado con el sacerdocio de su época. Esa parábola nos anima a involucrarnos pastoralmente sin poner como prerrequisito un llamado especial al ministerio. Mientras se esperaba misericordia de los religiosos de la época, la ayuda vino fuera del templo y fuera de Israel. Todos los creyentes estamos llamados a asumir la praxis del buen samaritano, no podemos escudarnos en un llamado especial al ministerio, pues llevados la marca del servicio como parte de nuestra vocación.
[7] 1 Cor. 13 es un excelente pasaje para enseñar lo que es el amor. Además de esto podemos mencionar 1 Pedro 3:7; Efesios 5:25, 28-29.
[8] cf. Efesios 5:29.
[9] Oseas 11:4, DHH.
[10] El autor de Génesis (1:26-27) declara que el ser humano fue creado a la ‘imagen de Dios’, sólo él, en toda la creación, lleva esa marca especial. Eso lo hace especial muy y lo distingue de toda la creación. Además de esto, el hombre es creado el sexto día, como la culminación gloriosa de la creación, un día antes de que Dios entrara en reposo. Toda la creación, excepto el hombre, es creado por el poder de la Palabra de Dios, sin embargo, Adán es formado por las manos mismas de su creador, éste recibe del soplo divino (‘aliento divino’, Gn.2:7) de su Señor. De nadie más en la creación se dice esto. Además le dio potestad sobre toda lo creado (G.1:26), eso habla mucho más de su lugar preferencial n el plan de Dios.
[11] Ante la pregunta que se hace la misma autora (Carvalho, 2006, pp.56-57), ‘¿en que situaciones es recomendable la separación?’, ella misma se propone básicamente tres razones: (1) ‘Para la protección física de todos’, (2) ‘Para romper el ciclo de la violencia’, y (3) ‘Para subrayar que realmente hay un problema’. Para mayor información, leer la obra de Carvalho, Familia en Crisis, 2006, Ediciones Puma, pp.56-60.



Nota del autor: Este artículo forma parte del curso de psicología pastoral para la familia, dictado por el autor de este blog. Como en los demás documentos publicados, se han perdido las configuraciones de fuentes y otras características originales del documento.

miércoles, 19 de marzo de 2008

Historia de la Predicación


Brevísima Historia de la Homilética y la Predicación


Introducción
El nacimiento de la Homilética de ninguna manera tiene que verse como un evento post cristiano. Una lectura rápida de la historia nos notifica y nos señala las raíces de la homilética, en la predicación hebrea y en la retórica antigua. De manera que la predicación, tal como la conocemos hoy, bebió inicialmente de dos fuentes. En la primera fuente, los profetas juntamente con los escribas, deben de ser considerados como los exponentes más elevados de la predicación hebrea. El legado de ambos es innegable. Por su lado, la retórica antigua empezó a gestarse en Sicilia alrededor del año 465 a.C. con Corax y Tisias, su discípulo. La retórica griega también tiene mucho que ver en la formación de la homilética. En este punto, Aristóteles (384-322 a.C.) y su Retórica, tienen una gran cuota de aportación. La obra del filósofo griego fue una de las más grandes en el mundo antiguo. También debe de resaltarse la contribución de los retóricos latinos. Entre ellos encontramos a Cicerón (106-43 a.C.) y su obra De Oratore y Quintiliano (35-95 d.C.) con Instituciones Sobre Oratoria. De la simbiosis de ambas fuentes del ‘arte de hablar’, en un proceso que duró algunos siglos, emergió la Homilética cristiana, llegando a convertirse en el arte de la predicación bíblica y cristiana (Turnbull, 1968, p.50).

La predicación en el Nuevo Testamento
En el Nuevo Testamento, la predicación tiene que ver directamente con la proclamación pública del evangelio del Reino. Este evangelio no es un simple discurso religioso, es el plan divino de salvación ejecutado a través de Jesús, el Hijo de Dios, que ha sido dado gratuitamente a la humanidad caída por causa del pecado. Tal como lo menciona el Nuevo Diccionario Bíblico Certeza[1], ‘La predicación no es una desapasionada recitación de verdades moralmente neutras; es Dios mismo que aparece en escena y enfrenta al hombre con una demanda de decisión’. Hay rasgos muy marcados que retratan y caracterizan la predicación neotestamentaria[2]: (1) posee un ‘sentido de compulsión divina’, es decir, los predicadores sienten una carga enorme por predicar el evangelio (cf. Mrc. 1:38; Hch. 4:20; 1 Cor. 9:6; 2 Tim. 4:2). Pablo por ejemplo se siente esforzado a hacerlo, sobretodo, donde otros no habían llegado (Ro.15:20), y; (2) en la predicación del Nuevo Testamento se puede notar nítidamente ‘la trasparencia de su mensaje y motivo’. No solapa ni concede espacios a la palabrería, la demagogia, la ‘sabiduría de palabras’, ni para la excelente y vacía retórica del predicador (cf. 1 Co. 1.17; 2.1–4). En la predicación no hay astucia ni adulteración (2 Cor.4:2). Los predicadores del Nuevo Testamento no rehúsan predicar ‘todo el consejo de Dios’ (Hch. 20:27).

La figura principal de la predicación neotestamentaria es sin duda Jesucristo mismo. Nadie puede opacar la luz dominante de su presencia en la predicación. Jesús es un predicador itinerante que se desplaza y predica por aldeas, ciudades (Mt. 11:1), casas (Mt.9:10; 9:23; 9:28; 13:36; 17.25; 26:6) e incluso sinagogas (Mt. 4:23; 9:35; 13:54; Mr.1:39; 6:2; Lc.4:15; 4.44; 6:6; 13:10; Jn.6:59; 18:20). El núcleo de su mensaje es evangelio del reino de Dios[3] (Mc. 1:14; Lc.4:42, 8:1, 9:10), pues se convierte en la columna vertebral de su kerygma[4]. Junto a la figura de Jesús aparece también la de Juan el Bautista, un predicador a la medida de los profetas, que no tiene ningún reparo en confrontar al mismo Herodes (Lc. 13:32) y también a su pueblo (3:2, 7-10). Él era la voz que habría de clamar en el desierto, tal como lo había profetizado Isaías (40:3, cf. Mt.3:3). La predicación de Juan el Bautista tiene un fuerte énfasis en el arrepentimiento y es una protesta contra el falso orgullo judío que se sostenía en su ascendencia abrámica. Su misión era la de ‘enderezar vereda’ y preparar camino para el ministerio de Jesús. Un tercer grupo de predicadores está conformado por los apóstoles. Ellos le dieron ‘prioridad al ministerio de la predicación’ (Stott, 2006, p.15; cf. Hch. 6) en vez de diluirse en asuntos administrativos, que eran importantes, pero al fin una tarea a la cual ellos no habían sido llamados[5]. El primero de ellos en aparecer en el libro de los Hechos, es el apóstol Pedro. Lo encontramos en el capítulo 2:14-42, luego en 3:12-26; 5:29-32 y 10:34-43. El apóstol Pablo también desarrolla un rol preponderante en la predicación apostólica del Nuevo Testamento. La primera vez lo encontramos dirigiéndose al pueblo de Antioquía de Pisidia, dentro de la sinagoga (Hch. 13:23-41). Más delante lo veremos predicando una y otra vez en sus viajes misioneros.

La predicación en la iglesia primitiva y el periodo patrístico
Al parecer la predicación en la iglesia primitiva fue influida poderosamente por el método de predicación utilizado por los escribas y los ancianos de la sinagoga. La presentación del evangelio constituyó una homilía simple y rústica. Pero más adelante, después de que el evangelio fue presentado a los gentiles, se pudo notar que:
Gradualmente la forma del mensaje empezó a cambiar. En poco tiempo, bastantes retóricos preparados estuvieron entre los creyentes y algunos de ellos respondieron al llamado divino a predicar. El evangelio fue ahora presentado en formas ya familiares a estos predicadores. Las reglas de la retórica empezaron a remodelar la presentación del mensaje Cristiano (Turnbull, 1968, p.51).

Entre los principales predicadores gentiles -entrenados en la retórica, convertidos al cristianismo y llamados a la predicación- podemos mencionar a los siguientes:

Clemente de Alejandría [160-220 d.C.] quien era un muy buen conocedor de la retórica griega.

Tertuliano [150-220 d.C.], al igual que el anterior, estaba bien entrenado en el arte de la retórica. Sus obras revelan su amplio conocimiento del mismo.

Orígenes [185-254 d.C.]. Fue el verdadero innovador de la predicación de su tiempo. Antes de él, ‘la homilía había sido un comentario informal de las escrituras’ (ibíd.).

Basilio [330-379 d.C.]. A pesar de no haber escrito un tratado sobre la predicación, ‘hizo frecuentes referencias a los principios de la homilética que muestra un conocimiento e interés en ellos’ (ibíd.).

Juan Crisóstomo o de Antioquía [347-407 d.C.] quien ‘…había sido instruido por Libanius, el maestro más famoso de retórica de ese tiempo’ (ibíd.), llegando a predicar ‘doce años en la catedral de Antioquía antes de ser Obispo de Constantinopla en el 398 d.C.’ (Stott, 2006, p.18) Su obra Sobre el Sacerdocio, muestra secciones importantes acerca de la vida del predicador y su mensaje. Debido a sus dotes como predicador recibió el apelativo de ‘Crisóstomo’ que significa ‘boca de oro[6]’. Según John Stott (2006, p.19), su predicación mostró cuatro características muy especiales: (1) era bíblica; (2) su interpretación era simple y directa’; (3) poseía aplicaciones morales que se trasladaban al plano práctico, y; (4) poseía una marcada denuncia profética, eso le costo el exilio.

Ambrosio [340-397 d.C.], de quien se dice que Agustín quedó muy impresionado con su habilidad oratorial, pero mucho más con su mensaje espiritual.

Agustín [354-430 d.C.]. Él fue profesor de retórica antes de su conversión. Como era de esperarse, Agustín incorporó y aplicó sus conocimientos a su predicación, llegando a escribir el primer mayor trabajo acerca del arte de la predicación. Su obra Sobre la Enseñanza Cristiana contiene cuatro volúmenes, el cuarto tiene que ver exclusivamente con la homilética. Uno de los aportes de Agustín es que él llegó a relacionar ‘…los principios de la teoría retórica con la tarea de la predicación’ (Turnbull, 1968, p.52). La influencia de su obra perduró hasta el Renacimiento, época en el cual se publico el tercer volumen de su obra ya mencionada, como El Arte de la Predicación. Hay una fuerte influencia de Cicerón y Aristóteles en su retórica. En su teoría y práctica de la predicación, procuró un fuerte énfasis en tres elementos: claridad, fuerza y variedad.

La Edad Media
Entre los autores medievales que escribieron en torno a la teoría homilética, podemos citar a Isidoro de Sevilla (d. 636) y su obra Etimologías, compuesta por veinte volúmenes y donde discute a cerca de la predicación. Sus principios utilizados son más retóricos que homiléticos, por lo tanto no tiene mucho que aportar al arte de la predicación.

Rabanus Maurus (776-856) hizo una contribución muy importante al publicar su obra titulada, Sobre la Institución del Clero. Allí se plasma sus enseñanzas acerca de la teoría homilética, siguiendo el esquema de Agustín, del cual es muy dependiente.

Alan de Lille (m. 1203) publicó su obra titulada Sumario del Arte de la Predicación. Allí él le da mucho énfasis al lugar de las Escrituras e insiste en el hecho de que los predicadores debieran tener un conocimiento especial, tanto del Nuevo, como del Antiguo Testamento. También insistió en la colegialidad de los predicadores, ellos deberían estar autorizados por la Iglesia para poder predicar.

Aun cuando parezca increíble, las órdenes monásticas también tuvieron un impacto muy enorme en la predicación. Charles Smyth (citado por Stott, 2006, p.19) sostiene que:
…La historia del púlpito tal como la conocemos comienza con los frailes predicadores. Se reunían y estimulaban una creciente demanda popular de los sermones. Ellos revolucionaron la técnica. Ellos engrandecieron el oficio.

Francisco de Asís (1182-1226) es bien conocido por ser un servidor, sin embargo, una faceta que a menudo se ignora de él, es su celo por la predicación. Domingo (1170-1221) le dio un poco más de énfasis, que Francisco de Asís, a la predicación. Eso le llevó a predicar por Italia, Francia y España. Llegó a organizar la Orden de los Predicadores sobre la base de sus ‘monjes de negro’.

Además de ellos, también debemos mencionar a Antonio de Padua, Berthold de Regensburgo y Buenaventura. Este último escribió El Arte de la Predicación, siguiendo el esquema de Agustín. Otro tratado escrito en este periodo es, Sobre la Educación de los Predicadores, de Humberto de los Romanos. La obra presta atención a algunos consejos para predicadores y la preparación pastoral para deberes específicamente pastorales.

En general, durante la Edad Media se dio poco interés a las Escrituras como la base de la predicación. El método escolástico reinó, vigoroso, sobre la predicación, de allí que el análisis minucioso diera como resultado numerosas y tediosas divisiones y subdivisiones dentro de la estructura del sermón. Todo esto devino en sermones fríos y sin vida.

También se debe de resaltar el digno trabajo de John Wycliffe[7] (1329-1384), quien ‘era un predicador bíblico y diligente, y [quien] a partir de las Escrituras atacó al papado, las indulgencias, la transubstanciación y la opulencia de la Iglesia’ (ibíd., p.20). Wycliffe (citado por Stott, pp.20-21) llegó a afirmar que:
El servicio más elevado que los hombres puedan alcanzar en la tierra es predicar la Palabra de Dios… es por esta causa que Jesucristo dejó otras laboresy se ocupó principalmente en la predicación, y así lo hicieron sus apóstoles, y por ello, Dios los amó… éste es el mejor servicio que los presbíteros pueden prestar a Dios…

El Periodo del Renacimiento y la Reforma
El despertar por el estudio del griego y el latín, trajo como consecuencia que el método escolástico fuera evaluado y cuestionado. Uno de los eruditos de este periodo fue el gran humanista Desiderio Erasmo de Rotterdam[8] (1457-1536), quien publicó su obra El Predicador del Evangelio, llegando a ser un importante aporte a la predicación de su época.

Junto a Erasmo debemos de mencionar a John Colet (1466-1519), un inglés que estaba familiarizado con los estudios de Erasmo y otros humanistas. En su país ‘inició una consecutiva exposición de las escrituras. [De esa manera] las escrituras de nuevo llegaron a ser las bases para la predicación Cristiana’ (ibíd.).

Por su lado, los reformadores procuraron recuperar, no sólo la predicación, sino que, por encima de ello, la predicación bíblica[9]. No obstante esto, ni Lutero, Zuinglio, Calvino, Knox o Latimer, escribieron un tratado específico sobre la teoría de la predicación. Sin embargo se puede advertir, en sus obras, algunas instrucciones con relación a la predicación. Por ejemplo Lutero (1483-1546) en su obra Table Talk, presenta una sección titulada ‘Sobre los Predicadores y la Predicación’. Allí Lutero declara que todo predicador debería tener las siguientes virtudes: (1) enseñar sistemáticamente; (2) tener discernimiento; (3) ser elocuente; (4) buena voz; (5) buena memoria; (6) saber cuando terminar; (7) estar seguro de su doctrina; (8) aventurarse y comprometer cuerpo y sangre, salud y honor, en la palabra, y; (9) sufrir el hecho de ser objeto de burla y mofa de parte de todos (Ibíd., p.53).

Calvino (1509-1564), por su lado, ‘utilizó la homilía como método y predicó a través de varios libros de la Biblia’ (ibíd.). Para Calvino, predicación e iglesia estaban muy relacionados. Esa convicción lo llevó escribir que, ‘En todo lugar en que la Palabra de Dios es predicada y escuchada de manera pura… allí existe, sin duda, una Iglesia de Dios’ (citado por Stott, 2006, p.23). Puso mucho énfasis en la preparación del predicador, este debería de ser un erudito, un estudiante de la Palabra de Dios. El aporte de Calvino radicó en el lugar que le dio a la congregación. Ellos deberían mostrar un espíritu apropiado y ser obedientes a la Palabra de Dios, la misma que habían oído durante la predicación.

Philip Melachthon (1497-1560) escribió dos pequeños tratados acerca del arte de la predicación: Elementorum Rhetorices Libri Duo y Ratio Brevissima Concionandi. Aun cuando estas obras no fueron innovadoras en si mismo, puesto que siguieron los principios de la retórica clásica con una aplicación a la predicación Cristiana, llegaron a ser un aporte al cual se le debe prestar atención.

Hugh Latimer (1485- ) el popular predicador de Inglaterra, poseía un ‘toque sencillo y rústico’ (ibíd., p.24). Sus predicas le salían del corazón y llegaban al corazón de sus oyentes. Su predica se orientó básicamente a denunciar la apatía del clero inglés. En su época los obispos se habían desentendido de la predicación para dedicar su tiempo al disfrute terrenal de sus bienes. Uno de sus sermones más populares es el que lleva por título ‘El sermón del arado’. Allí ataca directamente a los prelados de la iglesia inglesa y los desafía a abandonar su apatía, puesto que el diablo no se muestra así de indiferente frente a la grey descuidada, sino que trabaja activamente.

Andrew Hyperius (1511-1564) fue quien hizo una significativa contribución a la teoría de la predicación con su obra Sobre la elaboración de Discursos Sagrados (contenido en dos volúmenes). Por su importancia ha sido catalogado como un ‘tratado científico sobre el arte de la predicación’ (ibíd.). Este autor aborda el tema de los sentimientos que podría motivar el predicador. Deja bien en claro que, ‘el predicador no está para crear mera emoción, mas bien está para avivar la vida espiritual y producir frutos espirituales’ (Turnbull, p.53).

Otro tratado importante dentro del periodo correspondiente a la Reforma, es El Arte de Profetizar de William Perkins. La obra presta mucha atención a la interpretación y la exposición, estos elementos influenciaron mucho a los predicadores ingleses, mayormente a los Puritanos y los Separatistas que fueron a América del Norte.

La homilética y la predicación en la Modernidad
Uno de los que más impactó la historia de la predicación en Europa y los Estados Unidos en el siglo XVIII, fue John Wesley (1703-1791). Wesley fue predicador incansable, se menciona que él ‘Predicaba dos veces al día, y a menudo tres y cuatro veces’[10]. Lo grande de Wesley es que llevó a cabo su predicación, en las condiciones más adversas que se puedan imaginar. A menudo era apedreado y había contra él innumerables intentos de homicidio. Las cifras en torno a su vida, inspiran mucho a los predicadores que han vivido después de él:
Se calcula que en los últimos cincuenta y dos años de su vida predicó más de cuarenta mil sermones. Wesley trajo a pecadores al arrepentimiento en tres reinos y dos hemisferios[11].

Eso sin contar sus aportes en cuanto a literatura cristiana, misiones y estudios bíblicos. En su diario personal del 28 de agosto de 1757, había mencionado, ‘Ciertamente vivo por la predicación’ (citado por Sott, 2006, p.29). Efectivamente así vivió hasta el último día de vida que le dio el Señor.

El siglo XIX favoreció tremendamente la producción literaria, esto también alcanzó a la literatura relacionada a la teoría homilética. Turnbull (ibíd., p.54) indica que ‘en la medida que el siglo progresó, la teoría homilética se tornó más informal, más variada y más interesante’. En esta época podemos citar a de Charles Simeon, predicador inglés, ardoroso e incansable, quien llegó a sostener, que el oficio más valioso era precisamente el de predicador. En una misiva enviada a John Venn, le escribió: ‘…felicito… tu ascenso al oficio más valioso, el más importante y el más glorioso en el mundo: el de un embajador del Señor Jesucristo’ (citado por Stott, 2006, p.31). Además de ellos, podemos citar también a John Henry Newman (1801-1890), H.P. Liddon (1829-1890), F.W. Robertson (1816-1853) y la figura sobresaliente de Charles Haddon Spurgeon (1834-1892).

Otros que dejaron huellas profundas en la teoría de la predicación, han sido: Alexander Vinet y su Homilética (1847). El libro fue traducido al inglés y tuvo un fuerte impacto en Inglaterra, donde fue utilizado como libro de referencia en el campo de la homilética, durante muchos años. Incluso llegó a influir en la obra de John A. Broadus. Fue precisamente John A. Broadus quien escribió una de las obras más relevantes en los Estados Unidos. Su trabajo fue publicado el año 1870 con el título de Un tratado sobre la preparación y entrega de sermones e increíblemente todavía se sigue usando como texto de referencia en algunos seminarios. En esta época, e inicios del siglo XX, también aparecieron otras obras importantes, tales como La teoría de la predicación (1890) de Austin Phelps y La elaboración del sermón (1898) de Harwood Pattison.

Durante la primera mitad del siglo XX se debe resaltar las obras El predicador (1909) y Elementos vitales de la predicación (1914) de A. S. Hoyt. Otros trabajos que pueden también merecen mencionarse en esta época, son: Disertaciones sobre predicación de Lyman Beecher, Predicación positiva y la mente moderna (1907) de P.T. Forsyth, Las charlas Beecher sobre predicación en Yale, tituladas The Romance of Preaching. Horne fue un excelente orador y miembro del Parlamento británico (ibíd., p.35).

En general, durante la primera mitad del siglo XX, no hubo muchos cambios significativos en la teoría de la predicación, la tendencia fue ‘ser más inspiracional en contenido’ (ibíd., p.55). Los libros siguieron el formato siguiente: (1) el predicador, (2) su propósito, (3) su mensaje, y (4) su método (ibíd.). Algunos aspectos de la predicación –como es el caso de la elaboración de las ilustraciones- recibieron aportes importantes, se puede mencionar aquí el trabajo de Dawson Bryan y su Arte de ilustrar sermones (1938), W. E. Sangster y La habilidad de ilustración de sermones (1946) e Ian Macpherson con El arte de ilustración de sermones (1964). También se le dio importancia a la relación entre la predicación y la teología. La obra titulada La predicación apostólica y su desarrollo (1936) de C. H. Dodd resalta en este punto.
Aunque sobresale más por su labor teológica, que su labor como predicador, no podemos dejar de mencionar a Karl Barth (1886-1968) y su profundo respeto por la predicación. En 1928 declaró:
…no existe nada más relevante para la situación real, desde el punto de vista de los cielos y la tierra, que el hablar y escuchar la Palabra de Dios en el poder regulador y productor de su verdad… (Citado por Stott, 2006, p.37)

En la segunda mitad del siglo XX, se le ha dado mayor importancia a la estructura y organización del sermón, dentro de la teoría homilética. En ese sentido, hay algunas obras que han contribuido a tal fin, ellas son: La preparación de sermones (1948) de A. W. Blackwood, Principios y práctica de la predicación (1956) de Ilion T. Jones, Diseño para la predicación (1958) de Grady Davis, Pasos para el sermón (1963) de Brown Clinard y Northcutt. Pero podríamos decir que la mayor contribución, durante la segunda mitad del siglo XX, sería el énfasis en el uso de las Escrituras en la predicación. En buena cuenta, ‘Esto representa una recuperación del modelo de la iglesia primitiva y de la Reforma’ (ibíd.). El que más aportó en este sentido, fue A. W. Blackwood con sus obras Predicando desde la Biblia (1941) y Predicación expositiva hoy (1953). No podemos dejar de mencionar al Dr. Martyn Lloyd-Jones y su obra Preaching and Preachers. De él, como predicador, escribe John Stott (2006, p.43) en los siguientes términos:
…su aguda mente analítica, su comprensión penetrante del corazón humano y su temperamento galés apasionado se combinaron para hacer de él el predicador británico más poderoso de las décadas de los cincuenta y sesenta.

También se puede advertir en esta época, el surgimiento de la predicación expositiva, como método, en lugar del sermón temático, que rigió por mucho tiempo.

La predicación en América Latina
La predicación en nuestro continente, se nutrió inicialmente de la homilética europea que llegó junto a los ministros de las llamadas iglesias ‘étnicas’ o de trasplante y los misioneros protestantes que introdujeron el evangelio en el continente. Si esto es así, entonces podemos afirmar que el contímetro de la homilética latinoamericana nunca estuvo en cero, sino que partió y se nutrió de toda la riqueza de la predicación reformada hasta encontrarse con su propia identidad, pero eso corresponde a otra etapa. En la primera etapa podemos encontrar los primeros manuales de homilética que se tradujeron al español, luego, la producción homilética desde América latina como una reinterpretación de la herencia europea. Pablo A. Jiménez[12] identifica tres momentos en la historia de la homilética hispana: (1) la transculturación; (2) la enculturación, y; (3) la contextualización.

Etapa de la transculturación
Esta etapa se puede dividir en dos momentos. En la primera se puede mencionar el trabajo de los clérigos, responsables pastorales de las comunidades de migrantes protestantes de Europa o de Estados Unidos. Como es lógico, estos ministros protestantes recibían una formación teológica y homilética dentro de su contexto. No tenían la preocupación de cruzar la barrera cultural en la predicación de la Palabra, puesto que venían a ministrar a personas de su mismo idioma, cultura y características psicológicas. Las comunidades de inmigrantes protestantes eran una especie de pequeños enclaves idiomáticos, culturales y religiosos, que funcionaban dentro de los estados latinoamericanos. La predicación tampoco fue pública debido a la prohibición proselitista que se les había impuesto a las comunidades protestantes. Desde el nacimiento de las repúblicas latinoamericanas, en el siglo XIX y hasta el primer tercio del siglo XX, los Estados se declararon confesionales y excluyeron –mejor dicho, persiguieron- a todo tipo de religión distinta a la católica.

En el segundo momento, relativa a la implantación del evangelio en América Latina, fue necesaria la presencia bibliográfica concerniente a la evangelización y, por ende, la predicación. Cómo el continente no estaba en condiciones de producir su propia bibliografía, los misioneros promovieron ‘la traducción de algunos manuales de homilética al español. Necesitaban estos manuales para adiestrar nuevos predicadores laicos y nuevos candidatos al ministerio’ (Jiménez, 2006, p.17). Entre ellos se pueden citar tres libros que produjeron mucha influencia en la predicación latinoamericana: Discursos a mis estudiantes (Charles H. Spurgeon), Tratado sobre la predicación (John A. Broadus) y La preparación de sermones bíblicos (Andrew Blackwood). Hay que mencionar dos libros más que, aunque fueron publicados directamente en español, no fueron producidos dentro del contexto latinoamericano. Ellos son: Manual de Homilética (Samuel Vila) y El sermón eficaz (John D. Crane).

Etapa de la enculturación
En esta etapa -donde la producción bibliográfica homilética latinoamericana partió de la teoría homilética introducida en la etapa anterior- Jiménez (ibíd., p.20) advierte dos grandes grupos de predicadores: (1) los ‘eruditos’, quienes habían recibido una buena educación secular. Podría decirse que eran los ‘poetas del púlpito’, y; (2) los ‘populares’, que, en muchos casos, sólo habían terminado sus estudios secundarios y no habían accedido a programas de estudios teológicos formales. Sus mensajes transitaban entre lo narrativo (secuencia de textos bíblicos que procuran iluminar y explicar el tema central) y lo testimonial (vicisitudes de la vida diaria sobre la cual gira todo el sermón. Aquí los textos bíblicos sólo sirven de ‘relleno’, el cuerpo está dado por la experiencia vivida en la persona del predicador u otra persona). Actualmente todavía puede encontrarse predicas de tipo testimoniales, en la que los predicadores utilizan pasajes de su vida como una clave hermenéutica para interpretar y aplicar una verdad bíblica. Es una especie de ‘teología de la experiencia’.

La predicación se enculturó dentro del continente y el resultado fue la producción de una homilética Latinoamérica que se nutrió de la homilética europea y americana traída por los misioneros. Fue sólo el primer grupo (los eruditos) quien logró producir tratados de predicación desde un contexto latinoamericano. Entre la producción homilética del primer grupo se puede citar: El arte cristiano de la predicación (Ángel Mergal), Comunicación por medio de la comunicación (Orlando Costas), Predicación y misión: Una perspectiva pastoral (Osvaldo Mottesi) y Teoría y práctica de la predicación (Cecilio Arrastia). Este último puede considerarse como uno de los más grandes homiletistas que ha visto nacer América Latina[13].

Etapa de la contextualización
Aquí Jiménez (ibíd., pp.24-30), lamentablemente, se limita solamente a los ´predicadores y predicadoras de habla hispana en los Estados Unidos’ (p.24). Su estructura, que es un edificio de tres pisos (transculturación, enculturación y contextualización), lo condiciona, a fin de poner su atención sólo en la masa de predicadores que han contextualizado la predicación hispana en los Estados Unidos.

Nuestro autor advierte con claridad un cambio importante a partir de los 80s, entre los líderes hispanos relacionados a la teología y su esfuerzo por bosquejar una ‘teología hispana’, hecha en los Estados Unidos, pero ‘desde una perspectiva hispana o latina…’ (ibíd., p.25). Más adelante aclara cual es la propuesta de esta teología:
La teología hispana propone una metodología que exhorta a la iglesia a desarrollar una práctica de la fe que sea liberadora y que, por lo tanto, transforme la realidad opresiva que enfrenta diariamente la comunidad latina (ibíd.).

Jiménez ve una relación directa entre teología hispana y predicación hispana. Los teólogos hispanos han hecho excelentes contribuciones a la predicación, mediante sus obras publicadas. Algunas de ellas son: (1) Predicación evangélica y teología hispana, editado por Orlando E. Costas. Con respecto a este libro, Jiménez (ibíd., p.26) escribe, ‘Este libro no ve el sermón como una mera composición retórica’. Esa tal vez haya sido una de las grandes contribuciones de Costas en este libro; (2) Liberation Preaching: The Pulpit and the Oppressed de Justo y Catherine González. Hay tres cosas que resaltan en esta obra: [a] ‘…leer la Biblia desde la perspectiva de la personas marginadas’, [b] ‘capacita a la persona que predica para hacerle “preguntas políticas” al texto bíblico’ y; [c] ‘…afirma la validez de la experiencia hispana como fuente para la teología’ (ibíd., p.27); (3) Lumbrera a nuestro camino, editado por Pablo A. Jiménez. Esta obra centra su atención en ‘la relación entre la interpretación de las Sagradas Escrituras y la predicación’ (ibíd.); (4) Predicación evangélica y justicia social, editado por Daniel R. Rodríguez-Díaz. Este libro relaciona temas sociales y predicación, por lo tanto, la teología política y contextual están implícita en el mismo, y; (5) Principios de predicación, por Pablo A. Jiménez. Su mismo autor lo define como ‘el único manual introductorio a la predicación’, cuya tesis central es que, ‘la predicación cristiana tiene el propósito de ofrecer una interpretación teológica de la vida en el contexto del culto cristiano’ (ibíd., pp.28-29). Combina la parte teórica y práctica. Tres partes fundamentales constituyen el libro: [a] lo concerniente a la teología de la predicación y los principios de comunicación; [b] aspectos prácticos, y; [c] un apéndice con cuatro manuscritos de sermones.

Nuestro autor también destaca la labor de las mujeres dentro del contexto de la predicación latinoamericana. Considera a Leo Rosado como la pionera de todas ellas, y como la experta, a la Dra. Sandra Mangual Rodríguez.
La forma como las mujeres ‘ascendieron’ al púlpito es relatado por Jiménez de una manera muy anecdótica, sin que ello signifique falta de seriedad en sus argumentos. Se puede notar que algunas de ellas resultaron en el púlpito casi por accidente, debido a que:
Algunos misioneros eran reacios a entregar el trabajo pastoral a los recién convertidos, razón por la cual delegaban tareas en sus esposas. Sin querer, estas misioneras estadounidenses y británicas se convirtieron en modelos para las mujeres latinoamericanas. La feligresía de las distintas iglesias se acostumbró a ver mujeres en puestos de autoridad y en el púlpito. Esto motivó que la segunda y tercera generaciones de creyentes protestantes nombraran mujeres como “misioneras” y como “pastoras” aun en denominaciones que tradicionalmente no ordenaban mujeres (ibíd., p.29).

La predicación actual en América Latina
En América Latina hoy conviven variados estilos de predicación, sin embargo, debido a la fuerza de su masa poblacional[14], son las predicas de los Carismáticos y los Pentecostales, las que más se pueden ver y escuchar en los medios de comunicación. Basta con acceder a la televisión por cable para poder visualizar una variada gama de predicaciones espectaculares, con voces en el límite del volumen y un desplazamiento escénico impresionante.

La predicación Pentecostal, desde su nacimiento, fue espectacular y fundado sobre la bases de las señales, milagros y la interacción con los oyentes mediante respuestas a arengas religiosas[15]. En un sentido rompió con la tradición reformada, que había devenido en institucional, intelectualista y árida. La predicación Pentecostal se diferenció rápidamente de la Reformada, en el lugar que le daba a la congregación. En esta, los oyentes no eran meros receptores pétreos, sino que ´participaban´ del sermón e interactuaban con el predicador mediante sus espontáneas[16] respuestas. Ellos no asistían al culto sino que participaban de el. Por eso es que lo sensorial llegó a ser uno de los componentes más resaltantes de la adoración, el culto y la predicación Pentecostal. Sentir el mensaje llegó a ser más importante que entender una declaración teológica muy elaborada. De ahí se explica también la simplicidad de los sermones de la mayoría de los predicadores pentecostales. Su énfasis estaba centrado en lo vivencial más que en lo reflexivo. Eso los llevaba sustituir el sermón –tal como se entiende desde la homilética, es decir, como una estructura- por la narración de su testimonio o pasajes de su vida, a la luz de un pasaje bíblico. El testimonio se convirtió en una aplicación extensa del sermón, era el sermón mismo.

En cuanto al estilo del predicador Pentecostal, este es muy dinámico. Hay un constante desplazamiento escénico y se gesticula cada palabra que se profiere. Se le da mucho valor al volumen, se cree que, mientras más eleve la voz, mayor será el impacto de su predicación. En general, hay estilos muy variados, que van desde los que son muy ordenados en sus ideas, los que improvisan[17], hasta los que terminan convirtiéndose en verdaderos showmans del púlpito.

La predicación Carismática se diferencia de la predicación del Pentecostalismo clásico, en su forma más que en su fondo. Los carismáticos todavía guardan el componente sensorial y emotivo en su predicación. La utilización de frases es común durante el culto y la predicación Carismática. El predicador interactúa con sus oyentes mediante ellas, por eso, es común encontrar entre los predicadores carismáticos solicitudes tales como: ‘dígale a su hermano que está al costado…’, ‘voltéese y dígale a su hermano…’, ‘repita conmigo…’, ‘declare esta mañana…’, etc. Este es el puente que conecta al predicador con sus oyentes, hay un diálogo constante con la congregación y entre la congregación. La mayoría de predicadores Carismáticos, por haber recibido algún tipo de instrucción superior, poseen un oratoria excelente, junto a la capacidad para esquematizar sus ideas, pero algunas veces fallan en desarrollar teológicamente esas mismas ideas.

Los predicadores Carismáticos latinoamericanos se desplazan constantemente y de manera espectacular por todo el escenario. En los últimos años se puede ver que estos desplazamientos son muy extensos y constantes. Esto es muy fácil verificarlo, basta con prender la televisión y ver a predicadores como Cash Luna, Dante Gebel y otros. Este recurso tiene su lado positivo, pues mantiene a la congregación muy atento al desplazamiento del predicador, y por lo tanto, a su mensaje. Otro aspecto que debemos de resaltar en la predicación Carismática es la relación que existe con la tecnología y la música. Hay predicadores muy proclives a la utilización de sistemas de audio sofisticado y a una buena luminotécnia. La mayoría de esas prédicas son grabadas y transmitidas por radio, televisión y el internet. En cuanto a la música, ésta está presente antes, durante y después de la predicación, es parte del sermón mismo. Su conexión es mucho más evidente al final de la predicación, allí, mientras la música va creando una atmósfera adecuada para el predicador, este ministra a las personas que han atendido a la convocatoria de pasar adelante. La parte de la ministración es tan importante en la predicación Carismática, que ha llegado a convertirse en una aplicación/conclusión extensa. Sin embargo esta carecería de impacto si no va acompañado de la música.
El tema principal de la mayoría de las predicas Carismáticas, es la prosperidad. Esta se convierte en la clave hermenéutica para interpretar cualquier pasaje de la Biblia. Los oyentes son motivados a dar para recibir y a vivir una vida prospera como ‘hijos del Rey’. Las predicas Carismáticas son cien por ciento efectistas sin ser por ello efectivas[18].

Del otro lado del rio podemos encontrar a los predicadores que provienen del movimiento de Santidad, los Bautistas y la tradición Reformada, quienes mantienen un estilo muy conservador sin mucho aspavientos ni movimientos espectaculares. La característica más saltante es su respeto por la Palabra de Dios, pero la debilidad más evidente, también, es su excesivo intelectualismo descontextualizado que no responde a las expectativas de los estratos más bajos y más altos. Junto a esto, también debemos de mencionar que la presentación del sermón en forma de monólogo. Si las predicas Carismáticas son muy interactivas, las de este grupo son poco participativas. La música tampoco ocupa un lugar importante en su predicación.
[1] ‘Predicación’, 1982, pp.1113-1114.
[2] Ibíd.
[3] De todos los evangelistas, Lucas es el que más referencias hace al reino de Dios en la predicación de Jesús. Se puede encontrar hasta 32 referencias directas del reino de Dios en este evangelio.
[4] Literalmente significa ‘proclamación’. El Compendio del Diccionario Teológico de Kittel y Friedrich, 2003, p.427-428, nos refiere que esta palabra era de uso común en el mundo helenístico, en el cual denotaba ‘tanto el acto de la proclamación como su contenido. [Podía] tener sentido tales como “noticia”, “declaración”, “decreto”, “anuncio”, etc.’
Dentro de la literatura del NT la palabra adquiere un significado más espiritual, no es mera oratoria, es la proclamación de un mensaje poderoso en el Espíritu (cf. 1 Cor. 2:4). Este mensaje puede salvar (1 Cor. 1:21), incluye la resurrección (1 Cor. 15:14), es el mismo predicado por Jesús (Rom. 16:25), quienes la proclaman lo hacen bajo el designio y las fuerzas de Dios [1Tim. 2:7 (cf. 2 Tim. 1:11); Mrc. 3:14; 2 Tim. 4:17] convirtiéndose en heraldos a todas las naciones (Mrc. 16:15).
[5] A partir del Pentecostés, mas adelante confirmado en Hch. 6, se puede notar una clara predisposición a favor de la proclamación pública del evangelio. Esto puede entenderse en términos del encargo hecho por Jesús a sus discípulos en Mr. 3:14. La razón de su llamamiento debería expresarse en el ministerio de proclamación del evangelio.
[6] Del griego χρυσόστομος (chrysós, ‘oro’, stomos, ‘boca’).
[7] John Wycliffe fue el gran pre-reformador, considerado la ‘estrella matutina’ de la Reforma. Su legado fue fundamental para la obra de los futuros reformadores del siglo XVI.
[8] Sería justo también mencionar a Tomás Moro, quien también tuvo una actitud crítica hacia la Iglesia Católica Romana.
[9] Todos los reformadores coincidieron en el valor de la centralidad de la Palabra, por eso, si eso era cierto para ellos, también sería cierto que la Palabra, sin ser predicada, era estéril. La influencia de la Reforma en la predicación es enorme y sus tentáculos alcanzan nuestra época. Orlando Costas (1989, p.21) menciona que: ‘El énfasis que se le dio a la predicación en la liturgia protestante a partir de la Reforma, hizo que ésta se convirtiera en la tarea más importante del pastor. De ahí que, en la mayoría de las iglesias protestantes, la eficiencia de un pastor se mide por su éxito como predicador’.
[10] ‘John Wesley’ en Biografías. Protestantes que dejaron huellas en la historia, publicado en http://biografas.blogspot.com/2006/09/john-wesley.html, accedido el 19/03/08.
[11] Ibíd.
[12] ‘Esbozo histórico de la homilética hispana’ en Manual de Homilética Hispana, 2006, p.15.
[13] Nos gustaría poder ampliar un poco más en torno a la vida y obra de estos grandes predicadores latinoamericanos, sin embargo, nuestro intento tendrá que quedar en el tintero, esperando ‘nacer’ en algún momento. Para mayor información revisar la página web del Dr. Pablo Jiménez en www.predicar.org
[14] En América Latina 3 de cada 4 evangélicos son pentecostales o carismáticos.
[15] En la predicación Pentecostal se popularizó mucho las medias frases y respuestas, tales como: ‘a su nombre…’, ‘¿quién vive…?’, etc. Los ‘amén’, ‘aleluya’, ‘Gloria a Dios’; como respuestas, también han sido un ingrediente importante de la predicación Pentecostal, incluso, llegó a convertirse en el sistema de medida de la efectividad e impacto del sermón. Así, si la congregación asentía con un amén fuertísimo, esto llegaba a significar que el sermón era de impacto. A esto también debemos de agregarle los aplausos como respuesta a una declaración o un párrafo del sermón. Esto, al igual que lo anterior, fue el parámetro para medir la efectividad del sermón. Los aplausos normalmente han ido acompañado de frases religiosas, éxtasis y, algunas veces, glosolalia (el hablar en lenguas).
[16] En realidad lo ‘espontáneo’ es muy relativo, dado que con el pasar del tiempo, estas respuestas se convirtieron en un simple formulismo y no en una respuesta racional que asintiera una declaración bíblica.
[17] Sería muy injusto etiquetar a todos los predicadores Pentecostales como desordenados y faltos de una estructura homilética. En América Latina, la mayoría de predicadores, aún los que provienen de una tradición Reforma, muestran enormes deficiencias en la elaboración y presentación de sermones homileticamente sostenibles.
[18] Lo efectista ‘…busca ante todo producir fuerte efecto o impresión en el ánimo’, mientras que lo efectivo es ‘Real y verdadero, en oposición a quimérico, dudoso o nominal.’ (Diccionario RAE).


Nota del autor: Lamentablemente, al pasar el texto al blog, es posible que se haya perdido la configuración de cursivas, negritas, algunas fuentes en griego, tamaño de fuentes y espaciados de citas textuales.