viernes, 28 de marzo de 2008

Teología y Psicología


La importancia de conocer al ser humano en el proceso de ‘cura de almas’ (*)


La diferencia entre la Consejería Bíblica y la Psicología Pastoral radica en la utilización de los conocimientos psicológicos, que hace la segunda, en el proceso de ‘cura de almas’. La Psicología Pastoral cree que es muy útil y conveniente, el conocimiento del ser humano, desde la perspectiva psicológica, para el inicio del proceso curativo y psicoterapéutico del asistido. Esto no es para decir que el conocimiento bíblico debe de ser dejado de lado, por el contrario, el conocimiento antropológico del hombre, desde una perspectiva bíblica, es primordial, fundamental, determinante e insustituible en este proceso. Por eso, la existencia de una Psicología Pastoral, no excluye de ninguna manera el conocimiento bíblico-teológico, sino que la considera como complementaria del conocimiento psicológico del ser humano.

Tenemos que admitir que hay enfoques psicopastorales muy dependientes de la psicología, sobre todo del psicoanálisis. Eso tal vez ha generado cierto rechazo y desprecio por la presencia de psicología en la consejería. Sostenemos que de ninguna manera de debe de soslayar de los conocimientos psicológicos, sobre todo si son de ayuda y están bajo el control de la reflexión bíblica. E. Thurneysen[1] hace bien en afirmar que:
Para entrevistar al hombre en la Cura del Alma, hace falta en el preámbulo conocer al hombre. La Cura del Alma, se servirá pues de la Psicología como una ciencia auxiliar, que permita explicar la naturaleza interior del hombre y adquirir su conocimiento.

Volviendo a la presencia de algunas Psicologías Pastorales, H. O. Mowrer, conocido psicoterapeuta no cristiano, ha criticado la dependencia de estas, respecto del psicoanálisis, en estos términos: ‘Demasiados pastores evangélicos han renunciado al mensaje que tenían por un plato de lentejas freudianas’[2]

No se puede sobrevalorar lo psicológico en desmedro de lo bíblico-teológico. Por eso, de manera concluyente, podemos decir que todo consejero, asesor o psicoterapeuta cristiano, necesita tener un pleno conocimiento del ser humano tanto desde la perspectiva bíblica, como de la perspectiva psicológica. El reconocido psicólogo cristiano Jorge León (2000, pp.15-29) en su obra titulada, Psicología Pastoral para todos los Cristianos, habla de dos enfoques: el teológico y el psicológico, ambos son indispensables en la intención de conocer al ser humano. En adelante, analizaremos cuales son los énfasis principales en ambos.

El conocimiento bíblico-teológico del ser humano
Dentro de la Teología Sistemática existe una rama que estudia específicamente al ser humano, se le conoce como doctrina del hombre o antropología. El estudio se centra en la creación, la caída y el estado actual del ser humano. La Biblia ofrece la gran posibilidad de que los seres humanos se conozcan a mismos a través del lente de la revelación de Dios. El conocimiento humano del hombre es imperfecto porque está mediado por el pecado y el prejuicio que el ser humano es un ente cuasi autónomo, resultado de un proceso evolutivo que ha alcanzado su ‘mayoría de edad’ a través de la ciencia y la tecnología. No discierne las verdades espirituales de la presencia del pecado y su efecto en la naturaleza[3] del hombre, tampoco la posibilidad de llegar a ser un hombre nuevo en Dios, su creador, el Hijo, su redentor y el Espíritu Santo, su consolador. Por lo tanto, podemos decir, que el conocimiento humano de si mismo es imperfecto e incompleto, si no considera la revelación divina de la Palabra de Dios, o lo que llamamos, el enfoque teológico. La ciencia tiene el prejuicio de ser autosuficiente y excluye la Biblia como medio válido para conocer al ser humano. Jorge León (2000, p.16) afirma que, ‘No debemos confiar demasiado en las facultades humanas’. Esta es una declaración valida, dado que estas han sido afectadas por el pecado, y por lo tanto, son imperfectas. Entonces, ‘Para comenzar a entender lo que somos como criaturas, y quien es nuestro Creador, es necesario reconocer nuestra debilidad e ignorancia, y partir de la revelación divina’ (ibíd. p.17)

Dios ha tomado la iniciativa, y se ha interesado en la tarea de que la humanidad se conozca a través del conocimiento suyo. El se ha revelado voluntariamente al hombre y le ha dado la oportunidad, no sólo de conocer de si mismo, sino que, por encima de esto, de conocer a su Creador y el plan que él tiene para su creación.

La comprensión de la conducta del ser humano no es un monopolio exclusivo de la psicología, muchas actitudes se pueden entender a partir de la Biblia y la descripción que ésta nos hace del ser humano como creación divina. No nos referimos a una lectura espiritualizada y animista de la conducta humana que ve maldad, pecado y entes espirituales en todo el accionar de la humanidad, sino, al punto de vista, verdaderamente bíblico, que escapa al simple animismo y esoterismo con que algunas veces nos aproximamos a la creación de Dios. Por ejemplo es muy común encontrar lecturas sobre-espiritualizadas de la conducta humana que reducen todo al accionar demoniaco y que, inconscientemente, liberan al ser humano de todo tipo de responsabilidad, pues la culpa siempre termina siendo del Diablo y no del hombre. Doctrinas como la de la ‘guerra espiritual’ y la presencia de un protestantismo popular, son muy populares en el protestantismo latinoamericano. Sueños, visiones, profecías y una tensión entre dos dimensiones: espiritual y material, son distintivos evidentes de este tipo de protestantismo.

A manera de conclusión podemos decir que el conocimiento bíblico-teológico del hombre, se configura como el punto de partida, en el intento de conocer al ser humano, en el proceso de cura de almas. Lo psicológico, viene a continuación.

El conocimiento psicológico del ser humano
Hemos mencionado la importancia del conocimiento bíblico-teológico del hombre, esto sin embargo no es excluyente del conocimiento psicológico del ser que Dios ha creado. De hecho, conocer algunos rasgos de la conducta, pensamiento y sentimientos, desde la perspectiva psicológica, no atenta ni complota contra la verdad bíblica. Sobre todo si asumimos a la psicología como una ciencia auxiliar, de ayuda y recurso secundario en el proceso de cura de almas.

El deseo que tiene el ser humano, de conocerse a si mismo, es tan antiguo como la filosofía griega. Para todos nosotros es muy familiar la expresión ‘conócete a ti mismo’, que se le ha vinculado históricamente al filósofo griego Sócrates. Esta expresión revela la intención del ser humano por conocerse a sí mismo, ya desde la edad antigua.

Las posibilidades que nos ofrece la psicología moderna son enormes, sin embargo, tal como lo hemos mencionado antes, esta debe de sujetarse a lo bíblico, si quiere ser de ayuda a lo que hoy se conoce como la Psicología Pastoral. Hoy en día no hay campo de estudio donde la psicología no esté presente –está aun en la religión-, la psicología ha hecho sentir su presencia en todas las áreas del conocimiento. No es entonces ninguna novedad que psicología y teología hayan iniciado sus primeros coqueteos, a través de la llamada Psicología Pastoral y las psicoterapias espirituales.

En un artículo publicado por María Jesús Álava Reyes[4], donde ella explica qué es la psicología y cuál es su utilidad, ella escribe:
…gracias a la psicología, podemos aprender a conocernos mejor, podemos llegar a comprender la razón por la que, tanto nosotros como otras personas, nos comportamos de una determinada forma. La psicología puede ayudarnos a entendernos y a entender a los que nos rodean, a encontrar explicaciones a conductas dispares, a conseguir que actuemos desde la lógica y el razonamiento, desde la no exigencia de imposibles, desde la comprensión y la flexibilidad que da el conocimiento mutuo.

Es evidente que la psicología puede proveernos conocimientos que nos ayuden a auscultar la compleja conducta humana, descender a los escondrijos intrincados de la mente y tratar de entenderla. Con esto no estamos tratando de hacer una apología de ella, sino más bien, llamar la atención con respecto a su utilidad, dentro del ministerio de consejería y consolación. Además de esto, la psicología puede ayudarnos a distinguir cuando estamos frente a un caso de demonización y cuando, por ejemplo, a un caso de epilepsia o esquizofrenia, puesto que sus manifestaciones externas suelen confundirse fácilmente por los clérigos.

Sin embargo hay que tener mucho cuidado con la tentación de sentirse autosuficientes con la presencia de la psicología en la sociedad moderna. La psicología, por sí misma, no es suficiente para poder cambiar al ser humano, muchos menos para darle las claves de la felicidad, tal como se presume en los círculos de la psicología[5].

En el pasado hubo demasiado optimismo con respecto al rol de la psicología y de lo que esta podía hacer. Los seguidores del psicoanálisis llegaron a la conclusión que todos los males de la humanidad se terminarían con el descubrimiento de la práctica psicoanalítica[6], sin embargo la historia nos ha demostrado que el mal sigue vigente y reina imparable sobre una sociedad que necesita volver a su creador.

¿Es posible juntar al gato y al ratón?
La pregunta que nos convoca en este punto, es saber si teología y psicología pueden convivir juntas y servirse una de la otra. Han pasado ya muchos años desde que Lawrence J. Crabb Jr. (1977, p.31) se hiciera la pregunta si el Cristianismo y la Psicología eran ¿aliados o enemigos? La relación entre ambas no ha sido muy alentadora en el pasado, pues hubo una época en la que se excluyeron, despreciaron y vetaron mutuamente[7]. Jorge León (ibíd., p.20), nos da cuenta que, ‘hubo un tiempo en que todo diálogo entre la fe cristiana y la psicología era imposible’. La relación ha ido mejorando hasta llegar a cierto grado de tolerancia, aceptación y colaboración entre ambas. Por un lado surgió la Psicología Pastoral y por el otro, la aceptación del recurso espiritual dentro del proceso psicoterapéutico en la psicología clínica[8]. Entonces podemos concluir que la relación entre teología y psicología, ha pasado de un estado de enemistad y sospecha, a una de sociedad, aceptación y ayuda mutua.


(*) Una de las clases introductorias del curso de Psicología Pastoral I, dada por el autor del Blog.


Notas:


[1] (Doctrine de la cure d·ame, Delacheaux et Niestle S.A. Neûchatel, Suiza, 1958, p. 143, citado por León, ‘La posibilidad de conocer al ser humano’, p.27)
[2] Citado por Pablo Martínez, ‘El Pastor como consejero: Principios Básicos de Consejería Pastoral’ en Biblioteca de Teología y Psicología Pastoral, vol. 3, Editorial CLIE, Barcelona.
[3] Cuando hablamos de la ‘naturaleza del hombre’ nos estamos refiriendo a la integralidad de este, cuerpo (soma), alma (psiquis) o espíritu (neuma). El pecado no sólo ha afectado la naturaleza física del hombre, sino también su manera de actuar, pensar y sentir.
[4] ‘Qué es y para qué sirve la Psicología’ en www.casadellibro.com/capitulos/8497346327.pdf. Accedido el 23/03/08.
[5] Nuestra autora antes citada (ibíd. Las mayúsculas pertenecen a la autora), escribe acerca de la utilidad de la psicología en los siguientes términos, ‘Recordemos que la psicología nos enseña que LA FELICIDAD DEPENDE DE NOSOTROS MISMOS, NO DE NUESTRAS CIRCUNSTANCIAS’
[6] Aquí, Jorge León (2000, p.20) anota: ‘Había personas tan ingenuas como para pensar que, una vez que toda la humanidad fuera psicoanalizada, todos vivirían en paz y armonía’.
[7] Todavía existe un grupo de consejeros que se muestran reacios a la presencia ‘invasiva’ de la psicología. En un artículo (‘Consejería Bíblica en Lugar de Psicología’ en Piense conforme a la Biblia) de John D. Street podemos ver claramente una fuerte protesta contra los llamados “psicólogos cristianos”: ’Mientras los psicólogos seculares restan valor a la Biblia como psicología arcaica y equivocada, sus colegas cristianos trabajan desesperadamente para apoyar su terapéutica inexperta con una apologética de ingenuidad psicológica’ (2003, p.217). A la Psicología Pastoral se le ha ligado a la teología liberal y a la influencia del psicoanálisis de Freud (cf. Crane, R. 2003, ‘El hombre psicológico que Dios ha creado’ en Psicología, UNILIT, Miami, p.43). Es de esperarse entonces cierto rechazo de parte de la teología conservadora y fundamentalista. En el capítulo de Crane (pp.46-65), a la cual hacemos referencia, existe una excelente recopilación de cómo se ha dado el proceso de integración entre psicología y la fe cristiana.
[8] La escritora holandesa Agneta Schreurs ha escrito una excelente obra titulada Psicoterapia y espiritualidad, publicada el año 2002 por Desclée de Brouwe. Allí, nuestra autora interrelaciona hábilmente la psicoterapia y la espiritualidad como un recurso que puede desempeñar un rol positivo en la recuperación del paciente.

Teología y Psicología

La importancia de conocer al ser humano en el proceso de ‘cura de almas’


La diferencia entre la Consejería Bíblica y la Psicología Pastoral radica en la utilización de los conocimientos psicológicos, que hace la segunda, en el proceso de ‘cura de almas’. La Psicología Pastoral cree que es muy útil y conveniente, el conocimiento del ser humano, desde la perspectiva psicológica, para el inicio del proceso curativo y psicoterapéutico del asistido. Esto no es para decir que el conocimiento bíblico debe de ser dejado de lado, por el contrario, el conocimiento antropológico del hombre, desde una perspectiva bíblica, es primordial, fundamental, determinante e insustituible en este proceso. Por eso, la existencia de una Psicología Pastoral, no excluye de ninguna manera el conocimiento bíblico-teológico, sino que la considera como complementaria del conocimiento psicológico del ser humano.

Tenemos que admitir que hay enfoques psicopastorales muy dependientes de la psicología, sobre todo del psicoanálisis. Eso tal vez ha generado cierto rechazo y desprecio por la presencia de psicología en la consejería. Sostenemos que de ninguna manera de debe de soslayar de los conocimientos psicológicos, sobre todo si son de ayuda y están bajo el control de la reflexión bíblica. E. Thurneysen[1] hace bien en afirmar que:
Para entrevistar al hombre en la Cura del Alma, hace falta en el preámbulo conocer al hombre. La Cura del Alma, se servirá pues de la Psicología como una ciencia auxiliar, que permita explicar la naturaleza interior del hombre y adquirir su conocimiento.

Volviendo a la presencia de algunas Psicologías Pastorales, H. O. Mowrer, conocido psicoterapeuta no cristiano, ha criticado la dependencia de estas, respecto del psicoanálisis, en estos términos: ‘Demasiados pastores evangélicos han renunciado al mensaje que tenían por un plato de lentejas freudianas’[2]

No se puede sobrevalorar lo psicológico en desmedro de lo bíblico-teológico. Por eso, de manera concluyente, podemos decir que todo consejero, asesor o psicoterapeuta cristiano, necesita tener un pleno conocimiento del ser humano tanto desde la perspectiva bíblica, como de la perspectiva psicológica. El reconocido psicólogo cristiano Jorge León (2000, pp.15-29) en su obra titulada, Psicología Pastoral para todos los Cristianos, habla de dos enfoques: el teológico y el psicológico, ambos son indispensables en la intención de conocer al ser humano. En adelante, analizaremos cuales son los énfasis principales en ambos.

El conocimiento bíblico-teológico del ser humano
Dentro de la Teología Sistemática existe una rama que estudia específicamente al ser humano, se le conoce como doctrina del hombre o antropología. El estudio se centra en la creación, la caída y el estado actual del ser humano. La Biblia ofrece la gran posibilidad de que los seres humanos se conozcan a mismos a través del lente de la revelación de Dios. El conocimiento humano del hombre es imperfecto porque está mediado por el pecado y el prejuicio que el ser humano es un ente cuasi autónomo, resultado de un proceso evolutivo que ha alcanzado su ‘mayoría de edad’ a través de la ciencia y la tecnología. No discierne las verdades espirituales de la presencia del pecado y su efecto en la naturaleza[3] del hombre, tampoco la posibilidad de llegar a ser un hombre nuevo en Dios, su creador, el Hijo, su redentor y el Espíritu Santo, su consolador. Por lo tanto, podemos decir, que el conocimiento humano de si mismo es imperfecto e incompleto, si no considera la revelación divina de la Palabra de Dios, o lo que llamamos, el enfoque teológico. La ciencia tiene el prejuicio de ser autosuficiente y excluye la Biblia como medio válido para conocer al ser humano. Jorge León (2000, p.16) afirma que, ‘No debemos confiar demasiado en las facultades humanas’. Esta es una declaración valida, dado que estas han sido afectadas por el pecado, y por lo tanto, son imperfectas. Entonces, ‘Para comenzar a entender lo que somos como criaturas, y quien es nuestro Creador, es necesario reconocer nuestra debilidad e ignorancia, y partir de la revelación divina’ (ibíd. p.17)

Dios ha tomado la iniciativa, y se ha interesado en la tarea de que la humanidad se conozca a través del conocimiento suyo. El se ha revelado voluntariamente al hombre y le ha dado la oportunidad, no sólo de conocer de si mismo, sino que, por encima de esto, de conocer a su Creador y el plan que él tiene para su creación.

La comprensión de la conducta del ser humano no es un monopolio exclusivo de la psicología, muchas actitudes se pueden entender a partir de la Biblia y la descripción que ésta nos hace del ser humano como creación divina. No nos referimos a una lectura espiritualizada y animista de la conducta humana que ve maldad, pecado y entes espirituales en todo el accionar de la humanidad, sino, al punto de vista, verdaderamente bíblico, que escapa al simple animismo y esoterismo con que algunas veces nos aproximamos a la creación de Dios. Por ejemplo es muy común encontrar lecturas sobre-espiritualizadas de la conducta humana que reducen todo al accionar demoniaco y que, inconscientemente, liberan al ser humano de todo tipo de responsabilidad, pues la culpa siempre termina siendo del Diablo y no del hombre. Doctrinas como la de la ‘guerra espiritual’ y la presencia de un protestantismo popular, son muy populares en el protestantismo latinoamericano. Sueños, visiones, profecías y una tensión entre dos dimensiones: espiritual y material, son distintivos evidentes de este tipo de protestantismo.

A manera de conclusión podemos decir que el conocimiento bíblico-teológico del hombre, se configura como el punto de partida, en el intento de conocer al ser humano, en el proceso de cura de almas. Lo psicológico, viene a continuación.

El conocimiento psicológico del ser humano
Hemos mencionado la importancia del conocimiento bíblico-teológico del hombre, esto sin embargo no es excluyente del conocimiento psicológico del ser que Dios ha creado. De hecho, conocer algunos rasgos de la conducta, pensamiento y sentimientos, desde la perspectiva psicológica, no atenta ni complota contra la verdad bíblica. Sobre todo si asumimos a la psicología como una ciencia auxiliar, de ayuda y recurso secundario en el proceso de cura de almas.

El deseo que tiene el ser humano, de conocerse a si mismo, es tan antiguo como la filosofía griega. Para todos nosotros es muy familiar la expresión ‘conócete a ti mismo’, que se le ha vinculado históricamente al filósofo griego Sócrates. Esta expresión revela la intención del ser humano por conocerse a sí mismo, ya desde la edad antigua.

Las posibilidades que nos ofrece la psicología moderna son enormes, sin embargo, tal como lo hemos mencionado antes, esta debe de sujetarse a lo bíblico, si quiere ser de ayuda a lo que hoy se conoce como la Psicología Pastoral. Hoy en día no hay campo de estudio donde la psicología no esté presente –está aun en la religión-, la psicología ha hecho sentir su presencia en todas las áreas del conocimiento. No es entonces ninguna novedad que psicología y teología hayan iniciado sus primeros coqueteos, a través de la llamada Psicología Pastoral y las psicoterapias espirituales.

En un artículo publicado por María Jesús Álava Reyes[4], donde ella explica qué es la psicología y cuál es su utilidad, ella escribe:
…gracias a la psicología, podemos aprender a conocernos mejor, podemos llegar a comprender la razón por la que, tanto nosotros como otras personas, nos comportamos de una determinada forma. La psicología puede ayudarnos a entendernos y a entender a los que nos rodean, a encontrar explicaciones a conductas dispares, a conseguir que actuemos desde la lógica y el razonamiento, desde la no exigencia de imposibles, desde la comprensión y la flexibilidad que da el conocimiento mutuo.

Es evidente que la psicología puede proveernos conocimientos que nos ayuden a auscultar la compleja conducta humana, descender a los escondrijos intrincados de la mente y tratar de entenderla. Con esto no estamos tratando de hacer una apología de ella, sino más bien, llamar la atención con respecto a su utilidad, dentro del ministerio de consejería y consolación. Además de esto, la psicología puede ayudarnos a distinguir cuando estamos frente a un caso de demonización y cuando, por ejemplo, a un caso de epilepsia o esquizofrenia, puesto que sus manifestaciones externas suelen confundirse fácilmente por los clérigos.

Sin embargo hay que tener mucho cuidado con la tentación de sentirse autosuficientes con la presencia de la psicología en la sociedad moderna. La psicología, por sí misma, no es suficiente para poder cambiar al ser humano, muchos menos para darle las claves de la felicidad, tal como se presume en los círculos de la psicología[5].

En el pasado hubo demasiado optimismo con respecto al rol de la psicología y de lo que esta podía hacer. Los seguidores del psicoanálisis llegaron a la conclusión que todos los males de la humanidad se terminarían con el descubrimiento de la práctica psicoanalítica[6], sin embargo la historia nos ha demostrado que el mal sigue vigente y reina imparable sobre una sociedad que necesita volver a su creador.

¿Es posible juntar al gato y al ratón?
La pregunta que nos convoca en este punto, es saber si teología y psicología pueden convivir juntas y servirse una de la otra. Han pasado ya muchos años desde que Lawrence J. Crabb Jr. (1977, p.31) se hiciera la pregunta si el Cristianismo y la Psicología eran ¿aliados o enemigos? La relación entre ambas no ha sido muy alentadora en el pasado, pues hubo una época en la que se excluyeron, despreciaron y vetaron mutuamente[7]. Jorge León (ibíd., p.20), nos da cuenta que, ‘hubo un tiempo en que todo diálogo entre la fe cristiana y la psicología era imposible’. La relación ha ido mejorando hasta llegar a cierto grado de tolerancia, aceptación y colaboración entre ambas. Por un lado surgió la Psicología Pastoral y por el otro, la aceptación del recurso espiritual dentro del proceso psicoterapéutico en la psicología clínica[8]. Entonces podemos concluir que la relación entre teología y psicología, ha pasado de un estado de enemistad y sospecha, a una de sociedad, aceptación y ayuda mutua.
[1] (Doctrine de la cure d·ame, Delacheaux et Niestle S.A. Neûchatel, Suiza, 1958, p. 143, citado por León, ‘La posibilidad de conocer al ser humano’, p.27)
[2] Citado por Pablo Martínez, ‘El Pastor como consejero: Principios Básicos de Consejería Pastoral’ en Biblioteca de Teología y Psicología Pastoral, vol. 3, Editorial CLIE, Barcelona.
[3] Cuando hablamos de la ‘naturaleza del hombre’ nos estamos refiriendo a la integralidad de este, cuerpo (soma), alma (psiquis) o espíritu (neuma). El pecado no sólo ha afectado la naturaleza física del hombre, sino también su manera de actuar, pensar y sentir.
[4] ‘Qué es y para qué sirve la Psicología’ en www.casadellibro.com/capitulos/8497346327.pdf. Accedido el 23/03/08.
[5] Nuestra autora antes citada (ibíd. Las mayúsculas pertenecen a la autora), escribe acerca de la utilidad de la psicología en los siguientes términos, ‘Recordemos que la psicología nos enseña que LA FELICIDAD DEPENDE DE NOSOTROS MISMOS, NO DE NUESTRAS CIRCUNSTANCIAS’
[6] Aquí, Jorge León (2000, p.20) anota: ‘Había personas tan ingenuas como para pensar que, una vez que toda la humanidad fuera psicoanalizada, todos vivirían en paz y armonía’.
[7] Todavía existe un grupo de consejeros que se muestran reacios a la presencia ‘invasiva’ de la psicología. En un artículo (‘Consejería Bíblica en Lugar de Psicología’ en Piense conforme a la Biblia) de John D. Street podemos ver claramente una fuerte protesta contra los llamados “psicólogos cristianos”: ’Mientras los psicólogos seculares restan valor a la Biblia como psicología arcaica y equivocada, sus colegas cristianos trabajan desesperadamente para apoyar su terapéutica inexperta con una apologética de ingenuidad psicológica’ (2003, p.217). A la Psicología Pastoral se le ha ligado a la teología liberal y a la influencia del psicoanálisis de Freud (cf. Crane, R. 2003, ‘El hombre psicológico que Dios ha creado’ en Psicología, UNILIT, Miami, p.43). Es de esperarse entonces cierto rechazo de parte de la teología conservadora y fundamentalista. En el capítulo de Crane (pp.46-65), a la cual hacemos referencia, existe una excelente recopilación de cómo se ha dado el proceso de integración entre psicología y la fe cristiana.
[8] La escritora holandesa Agneta Schreurs ha escrito una excelente obra titulada Psicoterapia y espiritualidad, publicada el año 2002 por Desclée de Brouwe. Allí, nuestra autora interrelaciona hábilmente la psicoterapia y la espiritualidad como un recurso que puede desempeñar un rol positivo en la recuperación del paciente.