lunes, 17 de marzo de 2008

La Misión de la Trinidad

LA TRINIDAD Y LA MISIÓN EN LA BIBLIA

Dios es un Dios trino que se revela en la historia como tal. Participa activamente en la misión tomando roles diferentes pero en unidad de propósito. Su participación en la historia de la salvación y la redención del mundo pecador está largamente registrada en la Biblia. Por ejemplo, hablando de la salvación misma, es el Padre el que diseña el plan de salvación -y eso lo podemos ver ya desde el libro de Génesis[1] hasta arribar al último libro del AT, el libro de Malaquías[2].

La salvación del mundo según el apóstol Juan[3] es una expresión del amor de Dios por su creación. El Hijo lleva adelante ese plan, sufriendo y muriendo en la cruz, ingresando en la historia del hombre para redimirlo de las estructuras pecaminosas que lo oprimen y lo condenan a una muerte sempiterna. Pero es el Espíritu Santo quien da testimonio de ese plan y quien convence al mundo ‘de pecado, de justicia y de juicio…’ (Jn. 16:8). Sin el rol del Espíritu Santo, nadie vendría a los pies de Cristo, sin llegar a los pies de él, nadie podría llegar a Dios. La labor de la Trinidad está unida a un sólo y firme propósito. Sus roles no se oponen sino que se complementan dentro del engranaje perfecto de la missio Dei. Efesios 1:3-14 es uno de los pasajes que nos muestra a la trinidad en su conjunto, trabajando en la missio Dei. Vemos al Padre, quien ‘nos escogió en él [el Hijo] antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de él.’ (3-4, RVA). Si bien es cierto que Padre escogió a un pueblo, como parte de su misión, es en el Hijo en quien el creyente es adoptado como hijo. Tanto la elección, la adopción y la aceptación; son llevadas a cabo por el Hijo (cf.vv.3, 5). Pero el sello irrefutable de que tales cosas son una realidad en la vida del creyente, se realiza a través de la obra del ‘Espíritu Santo de la promesa que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida…’ (v.13, 14)

Otro pasaje que podemos mencionar, es el que corresponde a Tito 3:4-6. La participación activa de la Trinidad es muy nítida en la epístola paulina. También podemos ver esta acción en Lc. 14:26-29. Aun en la creación -que también es parte de la missio Dei- hay una participación activa de la trinidad.

Un Dios-Padre en cuyo corazón nace la misión
Ya hemos mencionado que Dios es un Dios misionero y que la misión nace en su corazón, como una expresión de amor al mundo caído, pecador, y condenado a la muerte eterna. Además, debemos mencionar que la missio Dei es un acto soberano de parte de Dios para redimir su creación. No es una empresa humana, ni tiene su origen en la iglesia. Esta solamente es una agente para llevar a cabo la misión de Dios.

En el párrafo anterior ya hemos visto como es que el Padre planea la missio Dei aun ‘antes de la fundación del mundo’ (Ef. 1:4). En la segunda epístola a Timoteo, Pablo declara que la salvación nos fue dada por Gracia, ‘antes de los tiempos de los siglos’ (2 Tim.1:9). De manera muy similar lo declara al escribir a Tito. Para Pablo, el Padre, ‘prometió esta vida [eterna] desde antes del principio de los siglos’ (1:2). En la epístola a los Efesios, Pablo habla de la misión de Dios como un ‘propósito eterno´ (3:11) del Padre a través del Hijo.

No sólo el pensamiento paulino es contundente al señalar al Padre como el planeador de la misión de Dios como un propósito eterno, el apóstol Pedro también apunta a lo mismo. En la primera epístola universal del apóstol Pedro, se consigna que la primera venida de nuestro Señor Jesucristo, ejecutor de la missio Dei, también fue el propósito del Padre. Pedro escribe, ‘Él [el cordero sin mancha y sin contaminación] estaba destinado desde antes de la fundación del mundo’ (1:20). En los escritos juaninos, se ve a ambos, salvos y no salvos, como parte del propósito eterno de Dios. De los no salvos escribe, ‘La adoraron todos los habitantes de la tierra cuyos nombres no estaban escritos desde el principio del mundo en el libro de la vida…’ (Ap. 13:8; cf. 17:8).

Todo esto nos muestra que la misión de Dios es ‘desde la eternidad hasta la eternidad’. En esto se diferencia también de la misión de la iglesia, que es temporal y sujeto a periodo de tiempo.

La misión del Hijo
De manera general hemos mencionado la participación del Hijo en la missio Dei. Lo que procuraremos a hora es ver su rol en las escrituras. No nos proponemos ver al hijo desde la perspectiva cristológica de la teología sistemática, sino más bien, su particular participación en la missio Dei.

Empieza aun antes de la creación[4]
Ya hemos mencionado que parte de missio Dei tiene que ver con la obra creadora de Dios. Cuando hablamos del Hijo, casi automáticamente pensamos en el niño de Belén. Sin embargo conocemos también que Cristo es pre-existente, según lo declara el apóstol Juan en el primer capítulo de su evangelio.

La Biblia nos muestra a un Dios creador que hace su obra a través del Hijo (ver Jn. 1:1-3; Ef. 3:9; Col. 1:15-16 Heb. 1:2). Esto puede distraernos un poco acerca del rol principal del Hijo en la eternidad pasada, y que tiene relación directa con la missio Dei, en términos salvíficos. En apocalipsis (13:8) encontramos que los nombres de los que están inscritos en el libro de la vida, desde la eternidad pasada, tienen relación directa con el Cordero (una figura de Cristo, el Hijo).

La labor del Hijo, aun antes de la creación, también podemos verlo a través del evangelio de Mateo (25:34). Alli se lee, ‘Entonces el Rey dirá a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo…’. Mateo parece mostrarnos un rol del Hijo que muchos de nosotros habíamos olvidado: Él participó en la creación el Reino que los creyentes fieles habrían de heredar en la eternidad futura.


La misión del Hijo se vio también en la encarnación
Pablo declara en Gálatas, ‘Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la Ley, 5para redimir a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos’ (4:4-5).
Al encarnarse en una naturaleza humana, el Hijo continúa cumpliendo la missio Dei para los hombres en el tiempo de Dios (kayrós). No fue una encarnación casual pero intencional, como parte de un plan mayor[5]: redimir al hombre del pecado y de la Ley. Recordemos que la salvación tiene que ver con el propósito eterno del Padre, es decir, que la missio Dei viene desde la eternidad y va hasta la eternidad.

Como vimos en la introducción, Dios envió a su hijo como una muestra de su amor y compromiso a favor de su creación. Jesús, al venir al mundo, se introdujo dentro de una cultura. Eso lo convirtió en un misionero. La forma como él fue enviado, ha venido a convertirse en el modelo supremo, mediante el cual, nosotros también somos enviados al mundo (Jn. 20:21).

El Hijo no vino solamente por los judíos. La Biblia nos muestra que, en el cumplimiento en la missio Dei, el Padre tenía el propósito de salvar a toda la humanidad. En ese sentido, la misión del Hijo también fue universal. Eso es lo que Lucas también nos relata, al escribir, ‘Pero el ángel les dijo: —No temáis, porque yo os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo’ (Lc. 2:10). Esto mismo puede verificarse en las siguientes palabras de Simeón, a través del evangelio de Lucas, ‘porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos’ (Lc. 2:30-31; 3:4-6; cf. Is.40:3-5). Si bien es cierto que Mateo también enfoca la misión del Hijo dentro del contexto judío, al escribir que Jesús había sido enviado “a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mt. 15:24; cf.10:5-6), nos aclara más adelante el carácter universal de su misión, al enviar a sus discípulos a ir ‘por todo el mundo’ para predicar de la missio Dei (Mt. 28:19). Hay algunas situaciones que nos muestran claramente el deseo del Hijo por cumplir su misión a toda la humanidad. Por ejemplo (1) ministra a la mujer samaritana (Jn. 4:1-42); (2) hace referencia a la viuda de Sarepta y Naamán el Sirio (Lc. 4:26-27); (3) sana al esclavo del centurión (Mt. 8:5-13 y paralelos); (4) ministra a la mujer sirofenicia y su hija endemoniada (Mt. 15:21-28; Mc. 7:24-37); (5) enseña de la misericordia y solidaridad a través de la parábola del buen samaritano (Lc. 10:25-37); (6) anuncia que ‘Vendrán gentes del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios’ (Lc. 13:29); (7) sana 10 leprosos y resalta que sólo el leproso samaritano fue el único que se mostró agradecido; (8) declara enfáticamente, al limpiar el templo de Jerusalén, que ‘ casa será llamada casa de oración para todas las naciones’ (Mc.11:17)[6]; (9) los Griegos muestran el deseo de ver a Jesús (Jn. 10:20-22); finalmente, (10) Jesús ordena que el evangelio, como parte fundamental de la missio Dei, sea proclamado a todas las personas, en todo tiempo, idioma, cultura y espacio geográfico. El Hijo se encarga de explicar el alcance de la misión. Sus discípulos no deberían de enfocarse sólo en los judíos (Mt. 28:18-20; Mc. 16:15; Hch. 1:8).

La misión del Hijo se cumplió también en la cruz
Pareciera ser que la misión del Hijo alcanza su clímax en la cruz. Esto sin embargo no es para relegar el resto de su vida: su resurrección y su ascensión. El Nuevo testamento nos muestra que vino a dar su vida en rescate de todos, a través de la obra de la cruz (Mt.20:28 y paralelos; Cf. Is53:5-6; 11-12; Jn.10:11; 1Tim. 2:5-6). Viendo la vida del Hijo en perspectiva, la cruz aparece como uno de los hitos principales dentro de su misión. Su vida estaba predestinada a la cruz. La missio Dei misma encuentra su sentido más amplio en la muerte del Hijo. La vía dolorosa y el sacrificio expiatorio del Hijo, estaban preparados desde antes de la fundación del mundo.
La marca distintiva del cristianismo radica en el hecho de que Dios se encarna, haciéndose como uno de su creación y muere por ella. En ninguna otra religión se ve esto (‘Biblical and Theological Basis of Missions’, Separata Académica).

La misión del Hijo continúa aun después de su resurrección
Tanto la muerte como la resurrección son pasos importantes en la misión del Hijo. Sin embargo, su misión no queda allí. Las Escrituras nos muestran a un Hijo activo y comprometido con la missio Dei y con la iglesia, de la cual él es cabeza.

La misión del hijo después, de su resurrección, se ve en el hecho de inaugurar las missiones eclesiae. Leemos en el evangelio de Juan, en el ínterin de la resurrección y ascensión, que el envía a la iglesia, de la misma manera como había sido enviado por el Padre (ver 20:21). Hasta este punto, podemos ver que la presencia, la misión física y terrenal del Hijo habían llegado a su término, sin embargo eso no significa el final. Ahora el que había sido enviado se convierte en el que envía (Ibíd.). El compromiso del Hijo con la missiones eclesiae se ve en el hecho de asegurar su presencia directiva en el contexto de la misión (cf. Mt. 28:20b). Esta presencia sería testificada por el Espíritu Santo, al cual sería enviado en el nombre del Hijo (cf. Lc. 14:26; 16).

La misión del Hijo en los cielos y la Segunda Venida
Nuevamente encontramos al Hijo continuando su misión sólo que ahora lo realiza desde los cielos. De eso nos da cuenta algunos pasajes del Nuevo Testamento: (1) Prepara un lugar para los creyentes (Jn.14:2-3; Heb.11:16); (2) Cumpla la labor de ser cabeza de la iglesia (Ef.1:22; 4:15; 5:23; Col. 1:18); (3) Intercede por la iglesia (Is.53:12; Rom.8:34; Heb.7:25; 1 Jn.2:1); (4) Socorre y les da libertad a los creyentes para entrar en su presencia (Heb.4:16); (5) Juzgará en el día final (Mt.25:31-33; Jn.5:22-27; Hech.10:42; 17:31; “ Cor.5:10; 2 Tim.2:1).

La misión del Espíritu Santo
Aun cuando la misión debe de tener un fuerte énfasis cristocéntrico, no se debe de perder la atención en torno a la labor del Espíritu Santo en la missio Dei. Tanto en círculos protestantes, como en los católicos, se ha dado poca importancia a la tercera persona de la Trinidad en cuanto a su labor en la misión de Dios, sin embargo, en las últimas décadas, se está empezando a revalorar la labor del Espíritu Santo en la missio Dei y las missiones eclesiae.

Su misión en el AT
Al igual que el Padre y el Hijo, al Espíritu Santo también podemos verlo trabajando activamente en la creación. Su trabajo puede entenderse en términos de protección y sostenimiento del cosmos, pero particularmente en el hecho de cuidar lo que fue creado y su rol como alguien que da vida. Para sostener esto, veremos particularmente dos pasajes del AT: Job 33:4[7] y Salmos 104:29-30[8]. La misión del Espíritu Santo, en este sentido, emerge claramente de ambas citas bíblicas.

En el NT, este mismo rol del Espíritu Santo queda al descubierto en las palabras de Jesús y de Pablo (Jn.6:63; 2 Cor.3:6). La vida que se menciona en ambas citas no so debe de interpretarse en términos espirituales, sino que también pueden extenderse al plano biológico. Sin vida en el sentido biológico, ni la missio Dei ni el ministerio de la reconciliación tendrían sentido, puesto que no habría persona alguna a la cual dirigir ambas cosas.

La labor del Espíritu Santo, en torno al pueblo de Dios, no empieza solamente con el Pentecostés. En el AT vemos su acción entre reyes, jueces, profetas, sacerdotes y otros; cuidando y protegiendo al pueblo de Dios, pero siempre utilizando a los ya mencionados de manera individual. Su poder, a diferencia del NT, no fue de carácter indefinido. Tal es el caso de Sansón y de Saúl, quienes perdieron la presencia del Espíritu debido a su desobediencia[9]. El Espíritu Santo también trabaja activamente en el retorno del pueblo de Dios a su tierra (Ver Zac.4:6; cf. Isa. 32:15). Además de esto también trabaja revelando la Palabra de Dios a través de profetas y otras personas que Dios escogió para tal fin (Cf. Heb.1:1). Palabras como ‘esto fue dicho por el Señor’, ‘El Señor dice’ y ‘la Palabra de Dios vino a mí diciendo’; son muy recurrentes. Una prueba irrefutable de la misión del Espíritu Santo, revelando la Palabra de Dios, antes de la encarnación, lo encontramos en 2 Tim.3:16. En este último pasaje, el termino ‘toda la escritura’ refiere básicamente al AT, puesto que el NT estaba recién completándose y, mas adelante, sería sometido a los criterios de canonización de los libros del NT.

Su misión en el NT
La misión del Espíritu Santo es muy variada en el NT. La primera aparición del Espíritu Santo lo encontramos en la llamada anunciación (Luc.1:35) y luego la concepción del Hijo (Mat.1:18; cf. 1:20), mediante María su madre.

La misión del Espíritu Santo también se ve nítidamente durante el ministerio del Hijo: (1) durante el bautismo de Jesús, descendiendo en forma de paloma como un indicativo de la presencia del Padre (Mat.3:16 y paralelos); (2) llevándole al desierto para ser tentado (Mat.4:1 y paralelos); (3) después de su tentación, conduciéndole a Galilea (Luc.4:14); proveyendo poder a Jesús para predicar, sanar y echar fuera demonios (Mt.12:28; Lc.4:18-19; Hch.1:2; 10:38) y; (4) ofreciendo la sangre de Cristo en la cruz (Heb.9:14).
La misión y presencia del Espíritu Santo, en el NT, también puede verse en la vida de otros individuos: (1) en la vida de Juan el Bautista (Lc.1:15); (2) Elizabeth, la madre de Juan el Bautista (Lc.1:41); Zacarías, su padre (Lc.1:67); en la vida del piadoso Simeón (Lc.2:25)

Durante la ausencia del Hijo, tal como se lo declaró a sus discípulos, la misión del Espíritu Santo sería testificar de este (Jn.15:26; 16:14). Su misión sería fundamental para el desarrollo de las missiones ecclesiae. La iglesia sería incapaz de desarrollar su misión si primeramente no hubiera recibido el poder el Espíritu Santo (Hch.1:8) para anunciar la missio Dei. En ese sentido, el Pentecostés no solamente nos notifica de la partida de nacimiento de la iglesia, sino de la inauguración de la misión de la iglesia, mediante el poder el Espíritu Santo. La misión del Espíritu Santo, en torno a la iglesia, fue anunciado, en el NT, por (1) Juan el Bautista (Mt.3:11; Mc.1:8; Lc.3:16; Jn.1:33); (2) el Hijo mismo (Lc.11:33; Hch.1:5), quien les da instrucciones precisa de no abandonar Jerusalén antes de recibir el poder el Espíritu Santo (Lc.24:49; Hch.1:4). El Espíritu Santo es presentado por Jesús como el paráclito, consolador y ayudador de los creyentes (Jn.14:15-18, 26; 16:7-15).

La misión del Espíritu Santo también puede advertirse en la conversión de los que pertenecen al mundo. Jesús lo expresa muy clara y contundentemente en Juan 16:8-11[10]. Allí se ve tres cosas de las cuales el Espíritu Santo convencerá al mundo: pecado, justicia y juicio. Sin esa intervención divina del Espíritu, la predicación evangelística de la iglesia no surtiría efecto. ‘El Espíritu se mueve en el corazón de las personas abriendo los ojos cegados y da vida a los espíritus muertos a fin de que ellos respondan con alegría al evangelio’ (‘Biblical and Theological Basis of Missions’, Separata Académica).

Otra área en la que podemos encontrar la misión del Espíritu Santo, es en la edificación de la iglesia. No debemos desconectar la labor de conversión con la de la edificación de la iglesia, ambas están íntimamente relacionadas.

El propósito del evangelio es traer a las personas a un compañerismo activo con Dios y con otros creyentes en la iglesia. La figura que tenemos en el libro de Hechos es de personas respondiendo al evangelio, siendo añadidos a la iglesia, compartiendo juntos, comiendo juntos, aprendiendo juntos, adorando juntos y compartiendo el evangelio, juntos. Su unidad en acción vino de su unidad en el Espíritu’ (ibíd.)

Los dones espirituales dados por el Espíritu, precisamente tienen ese propósito. Ellos son dados ‘para el bien de todos’ (1 Cor.12:7), para ‘la edificación de la iglesia’ (1Cor.14:12; cf.Ef.4:12).

Referencias:
[1] Gn. 3:15.
[2] Mal. 4:2.
[3] Jn. 3:16.
[4] Aunque la creación pareciera no tener relación con la missio Dei en términos evangelísticos, es importante entender que, ‘Si Dios no hubiera creado el mundo, la misión del Hijo no habría sentido en hablar de la misión del Hijo, porque su misión es al mundo –particularmente el mundo de humanos. Sin creación, sin humanos, Jesús no tendría una misión para hacer’ (‘Biblical and Theological Basis of Missions’, separata académica. La traducción es libre y corresponde al profesor del curso).
[5] Nos estaos refiriendo al plan de salvación, el cual se gestó incluso antes de la creación.
[6] Solamente Marcos le da un carácter universal al templo. Los otros evangelistas prefieren no utilizar la expresión ‘todas las naciones’.
[7] ‘El espíritu de Dios me hizo y el soplo del Omnipotente me dio vida.’
[8] ‘Escondes tu rostro, se turban; les quitas el hálito, dejan de ser y vuelven al polvo. Envías tu espíritu, son creados y renuevas la faz de la tierra’
[9] Ver Jue.16:20; 1 Sam.16:14. Cf. Sal.51:1.
[10] ‘Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado’

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