martes, 22 de julio de 2008

Sermón 11 (Pablo revela los rasgos de los falsos maestros)


Pasaje: 1 Timoteo 6:3-5
Tema: Pablo revela los rasgos de los falsos maestros.

Introducción:
Nuevamente el apóstol pone su mirada en los falsos maestros. Esta sección guarda mucho paralelismo con el capítulo 1:3-7 y aborda los rasgos de los maestros de Éfeso.
Después de tomarles una buena radiografía, Pablo le revela a Timoteo cuales son sus verdaderas pretensiones. La sección termina con un llamado a mantenerse lo más alejado posible de aquellos que habían dejado corromper su mente con la mentira y que habían sido arrastrados por la codicia del dinero.
Esta noche veamos cuales son:

I. Las características de los falsos maestros (v.3)
A. Enseñan ‘otra cosa’ (3a).
Sin duda se trata de una doctrina diferente, que se ha distanciado enormemente del verdadero evangelio. Esta doctrina es una construcción teológica particular de los falsos maestros en Éfeso. Sólo Pablo, a través del Espíritu, puede discernir ésta peligrosa deformación que muchos no podían advertir entre los hermanos de la iglesia efesia.
B. No se conforman a las sanas palabras (3b).
Después de haber hecho una medición minuciosa, Pablo llega a la conclusión de que ésta doctrina (‘otra cosa’), no está de acuerdo a lo enseñado por Jesús, el maestro por excelencia. Si esto es así, ellos estaban frente a una falsificación fina del verdadero y único evangelio. Es posible que los falsos maestros hayan estado torciendo las mismas enseñanzas del apóstol Pablo (cf.2Pe.3:15-16).
C. Rechazan la doctrina que es conforme a la piedad (3c).
Es decir, rechazan la sana doctrina que se expresa mediante la santidad del que la predica. El pecado es su principal distintivo, la piedad es solamente una apariencia para sus fines corrompidos.

II. La naturaleza de los falsos maestros (vv.4-5a)
A. Son personas envanecidas (‘orgullosos’, v.4a, DHH).
A pesar de su error, los falsos maestros eran profundamente orgullosos. No hay peor cosa para una persona, que sentirse orgulloso del error. ¡Es verdaderamente una cosa de tontos!
B. Son ignorantes (‘nada sabe’, v.4b).
De esto ya había hablado Pablo en el capítulo 1. Los falsos maestros, a pesar de tener la pretensión de ser ‘maestros de la Ley’, no entendían lo que enseñaban con tanta seguridad (1:7)[1]. ¡No sabían ni siquiera donde estaban parados!
C. Deliran en cuanto a lucha de palabras (‘cuestiones y contiendas de palabras’, v.4c).
A estos falsos maestros les gustaba mucho las polémicas sobre asuntos totalmente inútiles, estériles y sin sentido. Se fascinaban con los juegos de palabras. Pablo los presenta como personas que tienen un ‘afán enfermizo de provocar discusiones inútiles’ (v.4b, NVI). Era algo así como la discusión medieval de cuantos ángeles caben sobre la cabeza de un alfiler.
El evangelio no trata de discusiones teóricas, sino de una vida práctica (ortopraxis[2]) expresada en la de devoción personal a Dios (piedad). El hacer es más importante que el saber. Esto no quiere decir que el saber no sea importante, sino que esto tiene que traducirse en actos correctos.
Pablo menciona que el resultado de la lucha de palabras es desastroso, de ahí nacen las:
c.1 envidias. Las discusiones religiosas no ayudan en nada a la unidad de la iglesia. Uno se siente el ganador, y el otro es visto como perdedor. El ‘vencedor’ se vuelve todavía más orgulloso, dado que su ´reputación’ crece. Se siente con el derecho a menospreciar a su oponente. El segundo sólo puede apelar a la envidia, un sentimiento de venganza se va gestando dentro de él.
c.2 pleitos. Otra cosa que genera las discusiones sobre ideas religiosas, son los inevitables pleitos. Muchas buenas amistades han terminado debido a una discusión en torno a argumentos inútiles, incluso los pleitos se han trasladado a sus descendientes: hijos y nietos. Bien dice el dicho, ‘es mejor perder una discusión, que perder un amigo’.
c.3 blasfemias. Lo resultante de una discusión de ideas religiosas, son los insultos contra Dios y contra las personas que intentan defender el nombre de Dios. Esto está dado en forma de palabras despectivas e insolentes, también insultos hirientes, entre ‘vencedores’ y ‘vencidos’.
c.4 malas sospechas. Otro resultado sórdido de las discusiones religiosas son las sospechas entre uno y otro bando. En este punto William Hendriksen (p.224) escribe:
La mente del individuo envidioso está obsesionada por la desconfianza y los presentimientos. Comienza por sospechar de cada acción de su oponente, de cada palabra, de cada gesto. Piensa que hay una “razón oculta” detrás de cada movimiento de la persona que considera su antagonista.
c.5 disputas necias (v.5a). Está claro que las peleas y las disputas sólo generan más disputas. El que se siente ganador, querrá arremeter nuevamente contra su oponente, el que fue humillado querrá venganza, tiene sed de sangre y se abalanza nuevamente sobre su oponente. Las discusiones sobre temas religiosos muchas veces pueden introducirnos dentro de un peligroso círculo vicioso.
D. Son ‘corruptos de entendimiento’ (v.5b).
Aquí nuevamente el apóstol Pablo retoma la descripción de la naturaleza de los falsos maestros. Ellos tienen una mente corrompida, o como la NVI traduce, tienen una ‘mente depravada’, vendida al pecado. Las discusiones inútiles son el resultado de una mente corrompida. Una sana conciencia por el contrario, busca la verdadera piedad (devoción sincera a Dios), a través de la santidad personal.
E. Están privados de la verdad (v.5c).
No puede haber otro resultado previsible que éste. El tener una mente corrompida está conectado al hecho de estar privados de la verdad. Hendriksen (p.224) hace bien al comentar esos puntos, en estos términos:
Los seguidores del error de Éfeso y sus alrededores se han corrompido, de tal manera que ahora han llegado a estar en el estado permanente de “depravados en la mente”. La mente depravada se opone a la verdad y recibe bien la mentira, hasta al fin quienes poseen una mente así llegan a estar completa y permanentemente separados de la verdad: la revelación objetiva de Dios revelada en su Palabra.
Estos falsos maestros viven un estado de apostasía permanente, ‘porque conocieron antes la verdad y al parecer se acogieron a ella, pero después se apartaron y la rechazaron por completo’ (MacArthur).

III. El objetivo de los falsos maestros (v.5d, 9-10)
A. Obtener ganancias económicas.

Parece ser que la motivación principal de los falsos maestros son las fáciles ganancias económicas (mas adelante va a criticar la codicia y el amor al dinero[3] en la que habían caído los falsos maestros). Eran verdaderos parásitos de la religión, viviendo del trabajo y la inocencia de otros.
B. Su principal herramienta es una falsa piedad.
Una persona verdaderamente piadosa no piensa en enriquecerse, mucho menos a costa del evangelio. Estos falsos maestros necesitan una buena mascara para no ser descubiertos, para lograr arrancar el dinero de los bolsillos de los hermanos de Éfeso. Eso los lleva a aparentar una piedad que no tienen (cf.2Tim.3:5[4]; Tit.1:16[5]). Ya Pablo había dejado entrever que ellos poseían una fe fingida (cf.1:5b)[6]. Eran lobos debajo de pieles de corderos.
Es probable que estuvieran cobrando ‘tarifas exorbitantes por la “instrucción” (?) que [impartían]’. No se trataba de una cuestión de sobrevivencia, es decir, ganar lo mínimo como para seguir existiendo, ellos tenían la pretensión de hacerse ricos por medio del evangelio.
C. Por lo tanto es necesario apartarse de ellos.
Aunque algunas versiones no incluyen esta parte, pero resulta lógica la recomendación del apóstol[7]. Ante tamaña pretensión, no quedaba otra cosa que mantenerse alejados de ellos. El hecho de estar cerca, podía dar lugar a que los demás sobreentendieran, que los falsos maestros estaban en lo correcto, además, Timoteo mismo corría el peligro de corromperse por la influencia de ellos. En la vida práctica, ‘las malas juntas corrompen las buenas costumbres’. No debemos olvidar los consejos del salmista cuando escribe, ‘Yo soy amigo de los que te honran y de los que cumplen tus preceptos’ (Salm.119:63, DHH).
Un verdadero creyente nunca tiene amistad con los que tercamente ofenden la verdad y el nombre de Dios.

Conclusión
Sin duda las falsas doctrinas terminan por destruir a los creyentes y sacarlos del lugar de origen (esto es lo que significa apostasía). Quienes trafican con el evangelio, lo único que buscan son hacerse ricos a costas de la inocencia y del buen corazón de los hermanos en la fe. Si por un lado, los falsos maestros tienen gran responsabilidad en esto, existe también una responsabilidad de parte del creyente, por no haber desarrollado adecuadamente su don discernimiento, mediante el estudio responsable de la Palabra de Dios. Existe también una cuota de responsabilidad en los pastores que tienen a su cargo la protección del rebaño que se les ha encomendado. El menor descuido puede ser fatal para que los lobos entren y destruyan las ovejas del rebaño de Dios. Por eso debemos de estar siempre alertas, no olvidemos que los falsos maestros sólo buscan destruir el rebaño y sacar todo el dinero posible de los bolsillos de los creyentes sinceros.

Notas Finales

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[1] ‘Pretenden ser doctores de la Ley, cuando no entienden ni lo que hablan ni lo que afirman’
[2] La sana doctrina tiene dos componentes bien definidos: (1) ortodoxia, creencia correcta y, (2) ortopraxis, práctica correcta.
[3] ‘pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas que hunden a los hombres en destrucción y perdición, 10porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe y fueron atormentados con muchos dolores’ (6:9-10).
[4] ‘que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella…’
[5] ‘Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra’.
[6] ‘El propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, de buena conciencia y fe no fingida’ (esto lo podemos deducir por oposición)
[7] En su segunda carta si va a ser muy contundente con respecto a la cercanía de los falsos maestros: el debía de mantenerse lo más alejado posible [cf. 2Tim.3:5b (‘A esos, evítalos’)]

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