viernes, 2 de mayo de 2008

Religión y Política en el Perú II


EL ‘FACTOR RELIGIOSO’ EN LOS 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA DE JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI


Algunos datos biográficos del Amauta
Nació en la ciudad de Moquegua el 16 de julio de 1894. A los prematuros 14 años empieza a trabajar como ‘alcanza-rejones’, ayudante de linotipista y desde 1914, como redactor en La Prensa, El Tiempo y otros más. Para 1919 funda el diario La Razón, tribuna desde la cual propugna la reforma universitaria y la reivindicación de las luchas a favor de los obreros peruanos.

Desde 1918 hay un sentimiento, en Mariátegui, de sentirse ‘nauseado de la política criolla’[1], eso marca su divorcio con la política de su tiempo, para orientarse resueltamente al socialismo, en la cual permanecería toda su vida. Desde fines de 1919 hasta marzo 1923, viaja a Europa gracias a una beca. A su regreso enseña en la Universidad Popular González Prada. Para 1924, su salud se ve quebrantada y como resultado de ello, le amputan una pierna. En 1926 funda la revista Amauta, al año siguiente sufre pena de cárcel y prisión domiciliaria por causa de sus ideas comunistas. En 1928 funda el Partido Socialista, la revista Labor y publica su obra cumbre a cerca de la realidad nacional, a la cual la denominó, ‘7 ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana’.

Mariátegui, junto a Haya de la Torre, fue uno de los más grandes pensadores que el Perú haya podido ver nacer en su seno. A pesar de sólo haber concluido su primaria, fue uno de los autodidactas mas impresionantes que se haya podido ver en nuestra historia. Debido a su salud quebrantada, muere en Lima el 16 de abril de 1930.

Mariátegui y la religión en los 7 ensayos
A pesar de que José Carlos Mariátegui -nuestro gran amauta- escribe sus 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana bajo el lente marxista[2], no deja de reconocer la labor de la religión protestante en la realidad nacional. Precisamente en el ensayo referente al ‘Factor Religioso’, reconoce la labor del puritano y el pioneer ingles que colonizó lo que hoy es Estados Unidos. Mariátegui distingue nítidamente la labor evangelizadora protestante, de la católica.

La religión Inca, como una ‘religión civil’
Mariátegui empieza su quinto ensayo con un análisis de la religión del Tawantisuyo. Según su crítica, ‘La religión inkaica carecía de poder espiritual para resistir al Evangelio.’ (Mariátegui, 2002, p.163). Esto debido a que ‘La religión del quechua era un código moral antes que una concepción metafísica…’ (ibíd., p.164). Por eso, no podía distinguirse lo que era el estado de la religión; ambos tenían los mismos principios y las mismas autoridades; ‘La iglesia era el Estado mismo‘(p.165). Terminaron ignorando ‘…toda separación entre la religión y la política, toda diferencia entre Estado e Iglesia’ (p.169). También, los pueblos conquistados, ‘más que en la divinidad de una religión o un dogma, creían simplemente en la divinidad de los Inkas’ (p.166)

Una religión no-escatológica y metafísicamente embrionaria
Otra característica que nota Mariátegui en la religión incaica, es la ausencia de expectación escatológica, pues ‘Se preocupaba del reino de la tierra antes que del reino del cielo’. Entonces:
Lo que tenía que subsistir de esta religión, en el alma indígena, había de ser, no una concepción metafísica, sino los ritos agrarios, las prácticas mágicas y el sentimiento panteísta’ (ibíd.)

El reino inmaterial y espiritual en la ‘otra vida’, no era algo que les preocupaba, su énfasis estaba puesto aquí y ahora; en la sociedad. No era que carecían de una concepción metafísica de la religión, sino que esta era ‘muy embrionaria’ y se expresaba mediante la mitología. Sus elementos naturales estaban compuestos por ‘animismo, magia, tótems y tabúes’ Mas adelante, Mariátegui va a describir cada uno de estos elementos:
El "animismo" indígena poblaba el territorio del Tawantinsuyo de genios o dioses locales, cuyo culto ofrecía a la evangelización cristiana una resistencia mucho mayor que el culto inkaico del Sol o del dios Kon. El "totemismo", consustancial con el "ayllu" y la tribu, más perdurables que el Imperio, se refugiaba no sólo en la tradición sino en la sangre misma del indio. La magia, identificada como arte primitivo de curar a los enfermos, con necesidades e impulsos vitales, contaba con arraigo bastante para subsistir por mucho tiempo bajo cualquiera creencia religiosa (p.167).

La conquista católica en el diván de Mariátegui
Para Mariátegui no hay duda que la conquista católica ‘fue la última cruzada…’ (p.169). Él ve a la iglesia católica como un ente activo en la Conquista, la misma que fue llevada a cabo por ‘soldados y misioneros’ (ibíd.) Según nuestro autor, la presencia del padre Valverde -y más delante de los misioneros- fue la prueba irrefutable para ello. Además de esto, Mariátegui ve en la ejecución de Atahualpa, el largo tentáculo de la Inquisición en el nuevo continente (p.170). Ya en el inicio de este quinto ensayo, Mariátegui nos había advertido acerca de la naturaleza de la conquista católica en términos de imposición religiosa que, infructuosamente, trataba de ‘extirpar’ mordazmente la idolatría de los nativos.

Mariátegui, contrasta magistralmente la diferencia entre el colono ingles (pioneer puritano=pionero) y el conquistador español (no fue el caballero, sino un conquistador de ‘estirpe espiritual’). De ellos escribe:
El conquistador era de esta estirpe espiritual; el colonizador no. La razón está al alcance de cualquiera: el puritano representaba un movimiento en ascensión, la Reforma protestante; el cruzado, el caballero, personificaba una época que concluía, el Medioevo católico. (ibíd.).

Conquista y Colonialismo se diferencian entre si, dado que:
…si la Conquista es una empresa militar y religiosa, el Coloniaje no es sino una empresa política y eclesiástica. La inaugura un hombre de iglesia, Don Pedro de la Gasca. El eclesiástico reemplaza al evangelizador (p.171).

Para nuestro autor, el catolicismo no logró introducir su mensaje evangelizador, esto, además del ingenio indígena, dio como resultado el sincretismo religioso. Citando a Emilio Romero (‘El Cuzco católico’ en Revista Amauta No 10, diciembre 1927), escribe:
"Los indios vibraban de emoción -escribe- ante la solemnidad del rito católico. Vieron la imagen del Sol en los rutilantes bordados de brocados de las casullas y de las capas pluviales; y los colores del iris en los roquetes de finísimos hilos de seda en fondos violáceos. Vieron tal vez el símbolo de los quipus en las borlas moradas de los abates y en los cordones de los descalzos... Así se explica el furor pagano con que las multitudes indígenas cuzqueñas vibraban de espanto ante la presencia del Señor de los Temblores en quien veían la imagen tangible de sus recuerdos y sus adoraciones, muy lejos el espíritu del pensamiento de los frailes. Vibraba el paganismo indígena en las fiestas religiosas. Por eso, lo vemos llevar sus ofrendas a las iglesias, los productos de sus rebaños, las primicias de sus cosechas. Más tarde, ellos mismos levantaban sus aparatosos altares del Corpus Christi llenos de espejos con marcos de plata repujada, sus grotescos santos y a los pies de los altares las primicias de los campos. Brindaban frente a los santos con honda nostalgia la misma jora de las libaciones del Cápac Raymi; y finalmente, entre los alaridos de su devoción que para los curas españoles eran gritos de penitencia y para los indios gritos pánicos, bailaban las estrepitosas cachampas y las gimnásticas kashuas ante la sonrisa petrificada y vidriosa de los santos" (p.173).

Su conclusión es que, ‘Los misioneros no impusieron el Evangelio; impusieron el culto, la liturgia, adecuándolos sagazmente a las costumbres indígenas. El paganismo aborigen subsistió bajo el culto católico.’ (ibíd.). El catolicismo peruano resulto en uno ‘enflaquecido espiritualmente’, debido a la facilidad con la cual se dejaron catequizar los indígenas (cf. 175).

Religión y economía
Nuestro amauta ve una diferencia muy marcada entre protestantismo y catolicismo, tocante a la economía y la religión, como matriz de esta. En este ensayo Mariátegui tiene mucho para decir en cuanto a religión y economía. Ya antes de él, Marx, Engels, Waldo Frank y Max Weber habían escrito en torno a la relación entre el capitalismo y el protestantismo, Mariátegui quiere ensayar también una interpretación de la economía peruana en torno a su realidad. Del catolicismo escribe, ‘…el catolicismo español, como concepción de la vida y disciplina del espíritu, carecía de aptitud para crear en sus colonias elementos de trabajo y de riqueza’ (p.177). Y del protestantismo:
El protestantismo aparece en la historia, como la levadura espiritual del proceso capitalista. La Reforma protestante contenía la esencia, el germen del Estado liberal. El protestantismo y el liberalismo correspondieron, como corriente religiosa y tendencia política respectivamente, al desarrollo de los factores de la economía capitalista (Ibíd.)

Para nuestro autor, sólo el protestantismo ha provisto una atmósfera adecuada para que el capitalismo e industrialismo se desarrolle[3]. Contrariamente a esto, el catolicismo no ha podido lograr ‘un grado superior de industrialización’ (p.178). Tal es el caso (en la época que escribe Mariátegui) de España, quien ‘presenta la más retrasada y anémica estructura capitalista…’. S los países protestantes están más cerca del capitalismo, los países católicos han resultado ser más agrícolas, en la base de su economía. Mariátegui –citando a Papini- habla de posesión y renuncia[4], como marcas tanto del protestantismo y del catolicismo, respectivamente. Si el protestantismo decidió resueltamente por la posesión, el catolicismo ‘mantuvo como un constante compromiso entre los dos términos, posesión y renuncia’ (p.181).

Protestantes, católicos y su labor evangelizadora
Para Mariátegui[5], ‘El protestantismo… careció siempre de eficacia catequista, por una consecuencia lógica de su individualismo’ (p.182). Para nuestro autor, ‘el colonizador anglosajón no se preocupó de la evangelización de los aborígenes’ (ibíd.) Su misión era la domar tierra[6], eso consumió sus energías. A diferencia de la compleja maquinaria eclesiástica católica[7] en las Américas, ‘La colonización anglosajona no necesitaba una organización eclesiástica’ (ibíd.) No había necesidad de un clérigo, pues ‘El individualismo puritano, hacía de cada pioneer un pastor: el pastor de sí mismo. Al pioneer de Nueva Inglaterra le bastaba su Biblia…’ (Pp.182-183).

La labor de la iglesia católica y los liberales, en la Independencia
Mariátegui arguye que, ‘Tuvo el Perú un clero liberal y patriota desde las primeras jornadas de la revolución’. Aunque no debe de estarse refiriendo a la iglesia como institución, sino a algunos individuos de procedencia católica, puesto que la iglesia católica institucional procuró acallar los gritos de independencia mediante una bula papal que condenaba todo esfuerzo libertario y ponía a la iglesia católica al servicio de la corona española.

Fueron lo llamados ‘liberales’ –procedentes de las logias masónicas- quienes prepararon el fermento de la independencia peruana y quienes, según Mariátegui, fueron el equivalente del pensamiento de la Reforma protestante en las Américas (p.187), aunque más adelante se quejará de su endeble performance. Para nuestro autor, los liberales fueron pensadores e intelectuales peruanos que buscaban ‘armonizar la confesión católica del Estado con una política laica, liberal y nacional’ (p.189). En el Perú su desempeño fue débil en el plano religioso, pues a pesar de sus ideales, ‘no intentó nunca desfeudalizar el Estado, tampoco intentó laicizarlo’[8] (p.190). En ese sentido se puede decir que no fueron anticlericales. El único movimiento anticlerical fue el llamado ‘Movimiento Radical’, pero que tampoco tuvo éxito como propuesta, pues al estar dirigido ‘por hombres de temperamento más literario o filosófico que político…’ (p.191), no fue una verdadera amenaza para el catolicismo. Además de esto se debe de sumar la falta de ‘un programa económico social’ (ibíd.) Tal fue el caso de la protesta radical de González Prada. Para Mariátegui, el pensamiento liberal sudamericano concluyo –por lo menos intelectualmente- en la ‘preconización del protestantismo y de la iglesia nacional como una necesidad lógica del Estado liberal moderno’ (p.192)

En la etapa Republicana
Ya en la etapa republicana, la naciente república abrazó el catolicismo como su ‘religión nacional’. La tradición católica –sobre la cual se había erigido la nueva república- la alejaba de todo tipo de ‘elementos de reforma protestante’ (p.188). El resultado fue un ‘Estado semifeudal y católico’ (ibíd.).

Evaluación socialista del liberalismo y la religión[9]
Al finalizar su quinto ensayo –denominado el Factor Religioso- Mariátegui nos ofrece una evaluación del liberalismo y la religión; desde su perspectiva socialista. Su conclusión en torno a esto es que, ‘La mera agitación anticlerical es estimada por el socialismo como un diversivo liberal burgués’ (p.192).

Tocante a la labor protestante en América Latina, Mariátegui es muy pesimista al escribir acerca de las posibilidades de su futuro:
El protestantismo no consigue penetrar en la América Latina por obra de su poder espiritual y religioso sino de sus servicios sociales (Y. M. C. A., misiones metodistas de la sierra, etc.). Éste y otros signos indican que sus posibilidades de expansión normal se encuentran agotadas. En los pueblos latinoamericanos, las perjudica además el movimiento antiimperialista, cuyos vigías recelan de las misiones protestantes como de tácitas avanzadas del capitalismo anglosajón: británico o norteamericano.

Hay dos cosas que debemos analizar, en estas líneas de Mariátegui: (1) El futuro del protestantismo en América Latina. Mariátegui ve en el protestantismo una fuerza, ya casi exhausta, que poco a poco ira declinando, puesto que carece de ‘poder espiritual y religioso’ como para tener éxito en un continente marcado por la espiritualidad. A esto se suma la maquinaria ‘antiimperialista’ que la ha estigmatizado y reducido al nivel de cómplice religioso del pensamiento político, específicamente el ‘capitalismo anglosajón’. Su caballito de batalla ha sido los ‘servicios sociales’; (2) Cuando el gran amauta escribe (1928), evidentemente, las posibilidades del protestantismo eran muy remotas, en un continente mayoritariamente católico, en la que empezó a desarrollarse una contracorriente ‘antiimperialista’. Sin embargo, la historia nos ha mostrado una realidad que nuestro autor no se imaginó ni vio en su tiempo. No sólo el protestantismo –y su crecimiento vertiginoso que se inició en los 70s- se ha convertido en la gran amenaza del catolicismo, sino que la crítica actual apunta más bien a una evaluación negativa de la catequización católica. El pentecostalismo –como una expresión del protestantismo latinoamericano- ha logrado darle esa fuerza ‘espiritual y religiosa’ que Mariátegui no pudo ver en el protestantismo de su época. Las denominaciones y las diferentes tradiciones eclesiásticas del actual protestantismo latinoamericano, nos revelan más bien que la labor catequizadora del protestantismo, es mucho más efectiva que la del catolicismo actual y el de la colonia.

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[1] Tomado de los datos autobiográficos en la contratapa de los 7 Ensayos…, 2002 (1928), Empresa Editora Amauta, Lima, Perú.
[2] Mariátegui, en torno al método que emplea en los 7 ensayos, lanza una advertencia al inicio de su libro: ‘Otra vez repito que no soy un crítico imparcial y objetivo. Mis juicios se nutren de mis ideales, de mis sentimientos, de mis pasiones.’
[3] Aquí Mariátegui presenta los casos de Inglaterra, Estados Unidos y Alemania; como países protestantes capitalistas e industrializados.
[4] La renuncia se expreso a través del ascetismo.
[5] Cuando leemos de la evangelización protestante, debemos de situarnos en el contexto histórico en la cual escribió el amauta (primer cuarto del siglo XX). Mariátegui esta aludiendo al protestantismo incipiente en AL de esa época. De ese tiempo a esta parte, la llamada ‘catequización’ protestante ha avanzado vertiginosamente en el Perú y en todo el continente. De manera que medir su eficacia hoy, pasa por considerar los procesos históricos a los cuales el protestantismo se ha sometido desde Mariátegui hasta esta parte.
[6] En torno a esto, nuestro autor escribe, ‘No tenía que conquistar una cultura y un pueblo sino un territorio’ (p.183).
[7] Mariátegui escribe, ‘La evangelización de la América española no puede ser enjuiciada como una empresa religiosa sino como una empresa eclesiástica’ (p.182).
[8] Tal es el caso del tacneño Vigil. Particularmente de José Gálvez, quien buscaba sólo el ‘igualitarismo y moralidad… jamás desconoció a la iglesia ni a sus dogmas’ (p.190).
[9] Las religiones que Mariátegui ha sometido a su lupa intelectual, en sus 7 ensayos, son básicamente el catolicismo y el protestantismo.

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