martes, 31 de marzo de 2009

Sermon 8 (El problema de la carnalidad en la vida cristiana [parte I])

Pasaje: Santiago 4:1-6.
Tema: El problema de la carnalidad en la vida cristiana (parte I)

Introducción
Para Santiago, el problema de la carnalidad en la vida cristiana, se expresa de dos maneras: (1) las peleas entre los creyentes, y (2) la amistad con el mundo. En esta sección, nuestro autor nos revela cual es el origen de ambas y cuales son sus funestos resultados.

I. Produce conflictos entre los hermanos (vv.1-3).
A. Su origen (v.1)
1. Las pasiones[1] (los ‘malos deseos’, DHH). Santiago no duda ni un momento en señalar que las peleas y los pleitos, entre los hermanos, vienen de los malos deseos que habitan en la naturaleza humana, en nuestro interior. Santiago no espiritualiza la inmadurez ni el pecado de las personas, en el sentido de culpar de todo al diablo[2]. Él no duda en señalar nuestra responsabilidad y participación en los problemas que cotidianamente suceden en nuestras relaciones. La enseñanza de Santiago está en concordancia con la enseñanza de Jesús. Nuestro Señor también señaló nuestro interior, como el origen de todo lo pecaminoso (cf. Mt.15:19, DHH)[3].
2. Están presentes en nuestros miembros[4] (interior, DHH). Por lo tanto es imposible desarraigar las pasiones de nuestro interior. Nuestra naturaleza ha sido afectada por el pecado, por lo cual, muchas veces pecamos. En la vida cristiana tenemos que aprender a aceptar y reconocer las formas tras las cuales se ocultan nuestras pasiones y resistirlas con el poder del Espíritu Santo y la sabiduría que Dios nos da. Nuestro interior debe de estar sometido a la soberanía de la voluntad de nuestro Dios, sólo de esa manera podremos neutralizar las pasiones que viven en nuestro interior.
Las pasiones producen un serio combate en nuestro interior ‘…los judíos hablaban de un impulso malo que, según los rabinos posteriores, dominaban las 248 partes del cuerpo’ (Keener, 2006, p.693). Es posible que ese impulso malo sean las pasiones.
B. Sus consecuencias (vv.2-3). Los pleitos, las disputas y la presencia de pasiones incontroladas producen serio resultados en la vida de las personas. Aquí Santiago va a mencionar por lo menos cinco, a saber:
1. Codicia. La ambición desmedida y enfermiza hace que nunca nos sintamos satisfechos. Mientras más grandes sean nuestras pasiones (deseo de placer) más insatisfechos nos volveremos como personas. La verdad es que ‘Si pudiéramos tener todo aquello que planificamos tener, todavía querríamos más’ (CBMH, Tomo 23, ‘Santiago’, p.254). Los placeres nunca tienen un límite y encarcelan a los seres humanos en una celda que sólo puede ser rota por el poder de Dios. A veces la cárcel de la codicia, también puede ser nuestra tumba.
Ilustración (Una historia del novelista ruso León Tolstoi): Nuestro autor nos relata la historia de un hombre poseído por la codicia desmedida por poseer tierras, a quien:
Alguien le prometió que podría ser dueño de toda la tierra que pudiera rodear caminando entre el amanecer y la puesta del sol en un día determinado. Comenzó a paso normal. Sin embargo, impulsado por su ambición, comenzó a acelerar. Pronto echó a correr, esforzándose por hacerlo cada vez más y más rápido. El cuerpo le ardía de fiebre. Se arrancó la camisa y se quitó sus botas. El sol estaba por ponerse y él se lanzó hacia su destino. Llegó al punto de partida justamente cuando los últimos rayos desaparecían en el oeste. Exhausto, murió. La única tierra que obtuvo fue la de una sepultura: 2 metros de largo por 60 centímetros de ancho (citado por Gregory, 1986, p.75).
La codicia es un anti-valor en el cristianismo. Lo contrario es la solicitud para dar y compartir (cf. Prov.11:24-27)[5].
2. Envidia. Santiago presenta la envidia como algo que inflama a las personas. Sin duda esto debe tener la idea de que la envidia es como una ventana del infierno en las personas. Por eso, ‘La expresión que se traduce ardéis de envidia conlleva este sentido del infierno en el que una persona envidiosa se introduce’ (CBMH, Tomo 23, ‘Santiago’, p.255)
3. Pleitos. Sin duda los pleitos engendran guerras. Hace algunos meses Hugo Chávez amenazó con hacer guerra a Colombia por causa de sus pleitos ideológicos con EE.UU. Acusó a Colombia de ser un país al servicio del ‘imperio’ y en oposición a Ecuador, su supuesto aliado en la región.
4. Homicidio. Las pasiones, las codicias y el deseo enfermizo de satisfacer a la carne, llegan a su punto más alto con el asesinato. Codicia, envidia, pleitos y homicidio están emparentados, una cosa lleva a la otra. Hace sólo unas semanas, en la televisión se informó de una mujer en EE.UU. que había matado a sus 4 ex esposos, para cobrar el seguro de vida.
Entre los creyentes es probable que esto no suceda, Santiago está refiriendo sin duda a las malas intenciones del corazón. En 1 Jn.3:15, se lee: ‘Todo aquel que odia a su hermano es homicida…’. ¡Entre los creyentes no debe ni puede haber odios ni conflictos no resueltos ni postergados por muchos años!
5. No recibir lo que se pide de Dios. El v.2 (DHH) ya nos había declarado, ‘ustedes quieren algo, y no lo obtienen’ y el v.3, ‘Pedís, pero no recibís’. En el primer caso, se pide para alimentar las codicias y en el segundo caso, para satisfacer los deseos insanos de nuestra naturaleza afectada por el pecado. La ‘motivación maligna en la oración hace que Dios no actúe’ (Gregory, p.78). Aun pidiendo cosas correctas, en las maneras correctas, es posible que terminemos dándole un uso incorrecto. Dios no se presta al juego aunque hagamos algo tan espiritual como orar. No podemos engañar a Dios a un cuando nos vestimos de ‘espirituales’, él no puede ser burlado por nadie.
C. Aplicación. Hermanos, ¿cuántas veces no le culpamos al diablo acerca de nuestro fracaso en las relaciones interpersonales, de nuestros pleitos y disputas en la iglesia? El problema en realidad es la falta de sabiduría para guiarnos en la vida. La falta de sabiduría es una responsabilidad nuestra. Santiago nos ha mencionado anteriormente (1:5) que si no la tenemos, debemos pedirla. Entonces, su ausencia no es responsabilidad de Dios, sino de nosotros, por no pedirla.

II. Conduce a amistad con el mundo (vv.4-6).
A. Su origen (v.4b). Como en el caso de las peleas entre los hermanos, Santiago tiene bien en claro el origen de la amistad con el mundo, este se debe a la:
1. Fascinación por lo terrenal. Hay muchas cosas del mundo que pueden seducirnos: el dinero mal ganado, la posición, el poder, la fama, las posesiones, inclusive familiares, etc. La vida cristiana es un llamado a la renuncia de las cosas terrenales que nos atan al mundo y nos alejan de Dios. Sin embargo a veces hay quienes darían su vida por lo terrenal y efímero. La vida misma es efímera. Muchos cristianos[6] en los primeros siglos, durante las persecuciones, no estimaron sus vidas como preciosas y aceptaron el martirio con dignidad, otros tantos, fascinados por lo terrenal, naufragaron en su fe, negando al único Kyrios, a quien la iglesia pertenece.
B. Sus consecuencias (vv.4a-6)
1. Adulterio (infidelidad) espiritual (4a). El lenguaje utilizado aquí por Santiago, nos recuerda claramente al utilizado también por el profeta Oseas, para referirse a la relación entre Israel y Dios. Para nuestro autor, la infidelidad a Dios se expresa mediante la amistad con el mundo. La relación con nuestro Dios es excluyente de cualquier otro tipo de relación con cosas o personas, que quieran tomar lugar único de él. La vida cristiana es un llamado radical a una relación con Dios (‘…aborrecerá al uno y amará al otro…’, Mt.6:24b). La iglesia es llamada ‘esposa de Cristo’ (2Co.11:2; Ef.5:25-27) porque está unida espiritualmente a él. La amistad con el mundo sólo nos lleva a pecar, y pecar es un acto de adulterio en contra de Dios.
2. Enemistad contra Dios (v.4b). El lenguaje radical de Santiago se hace mucho más extremo al declarar que la amistad con el mundo es enemistad con Dios (v.4b). Juan, de la misma manera, nos va a decir que sólo se puede ser frio o caliente, no hay lugar para un estado intermedio de tibiez espiritual (Ap.3:15-16). La relación con Dios es radical y excluyente, no existe puntos medios, se está de lado del Señor o en contra de él.
3. Resistencia a la obra de Dios (v.6). Esto se expresa a través del orgullo de la persona que ha sido totalmente seducido por el mundo. La soberbia, altanera, arrogante, orgullosa, vanidosa, que se jacta de su posición y desprecia a los otros (2 Tim. 3:2–4), es una de las características de aquellos que han sido abandonados por Dios, en el vocabulario de Pablo (Rom. 1:30). Dios no tiene nada que ver con los soberbios.
4. Estimula el celo de Dios, mediante el Espíritu Santo (v.5). Se puede definir el celo (epipozeo)[7] como ‘…una reacción a la percepción de una amenaza contra una relación valiosa’ (Clanton, citado por Gregory, p.80). Esta es una reacción positiva de parte de Dios, él como un Dios celoso (parece que Santiago quiere resaltar esta característica de Dios, mostrada a lo largo de todo el AT), reacciona mediante su Espíritu Santo, al ver nuestra relación amenazada por la intromisión seductora del mundo. Dios mismo está preocupado por mantener su relación de esposo, con cada uno de los creyentes. Cuando resultamos seducidos por el mundo, el Espíritu de verdad nos convence de nuestro mal proceder y nos guía a ‘toda la verdad’ (Jn.16:12).


Conclusión
Estimados hermanos, luego de ver lo dañino que resulta la carnalidad en la vida cristiana, consideremos y repensemos nuestra relación con Dios y con nuestros hermanos. Las pasiones (malos deseos) y la amistad con el mundo, sólo producen tristeza, frustración y alejamiento de la voluntad de Dios. Grandes males se pueden suceder en nuestras vidas por dar lugar a la carnalidad. No olvidemos que la amistad con el mundo es enemistad contra Dios. Que él, en su misericordia, por el sacrificio de su hijo y el celo de su Espíritu nos alerte de caer en una vida opuesta a su voluntad divina.
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Notas Finales:
[1] Del griego hedonai. Esta palabra denota la presencia de deseo de placeres, pasiones.
[2] Esto de ninguna manera significa que el diablo no tenga nada que ver en los problemas de relaciones entre los hermanos. Más adelante, nuestro autor va a invocarnos a resistir al diablo (4:7), eso deja entrever que el diablo también cumple un rol importante en los pleitos y guerras entre la humanidad. Sin embargo, en el creyente está la decisión de ceder o no a la tentación.
[3] ‘Porque del interior del hombre salen los malos pensamientos, los asesinatos, el adulterio, la inmoralidad sexual, los robos, las mentiras y los insultos’.
[4] Algunos comentaristas como Joel Gregory (1986, p.77) sostienen que la palabra ‘miembros’ alude a la presencia de ‘varios miembros de la iglesia involucrados en actividades competitivas, hacia conflictos inevitables’.
[5] ‘Hay quienes reparten, y les es añadido más; Y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza. El alma generosa será prosperada; Y el que saciare, él también será saciado. Al que acapara el grano, el pueblo lo maldecirá; Pero bendición será sobre la cabeza del que lo vende. El que procura el bien buscará favor; Mas al que busca el mal, éste le vendrá’.
[6] En una carta de Ignacio de Antioquía, enviado a la iglesia en Roma, antes de su martirio, escribió lo siguiente: ‘…no entreguéis al mundo a quien no anhela sino ser de Dios; no me tratéis de engañar con lo terreno. Dejadme contemplar la luz pura. Llegado allí seré de verdad hombre’ (González, 2002, p.72)
[7] Esta palabra griega, ‘…significa desear, anhelar, buscar con amor, apetecer, y aun codiciar’ (CBMH, , Tomo 23, ‘Santiago’, p.259)

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