martes, 31 de marzo de 2009

Sermon 9 (El problema de la carnalidad en la vida cristiana [parte II])

Pasaje: Santiago 4:7-10.
Tema: El problema de la carnalidad en la vida cristiana (parte II)

Introducción
Luego de haber visto los resultados nefastos de la carnalidad en la vida cristiana, centrémonos ahora en el remedio frente a este gran problema. En esta sección Santiago nos va a entregar una solución con diez acciones concretas (escritos en verbos imperativos), que nos va a ayudar a superar el problema de la carnalidad en la vida cristiana. Antes de eso, hagamos un recuento de los puntos principales y sub-puntos de la primera parte:

----------------------Recuento de la parte I----------------------
I. Produce conflictos entre los hermanos (vv.1-3).
A. Su origen (v.1)
B. Sus consecuencias (vv.2-3).
II. Conduce a amistad con el mundo (vv.4-6).
A. Su origen (v.4b).
B. Sus consecuencias (vv.4a-6)
----------------------2da parte ------------------------

III. El remedio para la carnalidad en la vida cristiana (vv.7-10).
Ya hemos hablado del rol negativo de las pasiones en la vida de la persona. Sin embargo debemos de clarificar que las pasiones no son malas si están regidas por la sabiduría de lo alto (tema al cual Santiago le da mucha importancia). El problema de las pasiones sucede cuando estas están guiadas por la sabiduría terrenal. Ese tipo de pasiones nos llevan a la carnalidad, veamos ahora el remedio de la carnalidad a través de los diez verbos imperativos (diez ‘pastillas’ que expresan órdenes y exigencias) que nos da Santiago:
A. Someterse a Dios (v.7a).
La primera ‘pastilla’ para superar la carnalidad y el desborde de las bajas pasiones, es someterse a Dios. El ‘tratamiento’ empieza por darle el primer lugar a Dios y alinearse bajo su voluntad y señorío. Los dones, las habilidades y los conocimientos en la vida cristiana, no tienen sentido si el creyente no se somete por completo a Dios.
Sin sometimiento, no hay posibilidad para el arrepentimiento de parte del hombre, pues Dios resiste al soberbio (ver v.6, 10). A su vez, sin arrepentimiento no hay posibilidad para el perdón, y sin perdón no puede haber salvación. Santiago le da un lugar importante al sometimiento de parte del creyente hacia Dios. Sin esto, la carnalidad prosperará.
B. Resistir al diablo (v.7b).
Esto está sin duda relacionado a lo anterior. Nadie puede resistir al diablo, a menos que primeramente se someta a Dios y se coloque bajo el manto protector de su poder. Sólo cuando el creyente se somete totalmente al dominio de Dios, encuentra las fuerzas suficientes para resistir al diablo. Resistir es ‘mantener una posición firme en contra’ (MacArthur).
Hay cuatro áreas (citado por Gregory, p.82) en la cual Satanás centra su puntería aciaga: (1) la mente, como en el caso de Eva [Gn.3:1-7]; (2) el cuerpo, como con Job [Job 2]; (3) la voluntad, como la de David [1Cr.21], y (4) la conciencia [Zac.3].
Frente a esto, el llamado de la Palabra de Dios es resistir al diablo estando firmes en la fe (1Pe.5:9) y utilizando toda la armadura de Dios (Ef.6:13).
Aplicación. Este llamado termina con una hermosa promesa: el resultado de someterse a Dios y resistir al diablo, es la huida despavorida de parte de éste último. Con Dios somos fuertes, pues él pelea por nosotros. El diablo, cuando venga a querernos destruir, no verá nuestro rostro, sino el rostro poderoso de nuestro Señor. Su única posibilidad es la huida.
C. Acercarse a Dios (v.8a).
Esto implica la decisión, de parte del creyente, de ‘procurar una vida íntima de amor con Dios’ (MacArthur). Acercarse a Dios en medio de nuestras dificultades demuestra nuestra confianza y sometimiento a él. Cuando decidamos acercarnos, nos daremos con la grata sorpresa que Dios ya ha dado los primeros pasos. Pues ‘cercano está Jehová a todos los que lo invocan, a todos los que lo invocan de veras’ (Salmos 145:18). Acercarse a Dios significa abandonar nuestro pecado y nuestra carnalidad. Joel Gregory (p.83), agrega en este punto:
Muchos santos que perseveran en el pecado no le permiten a Dios que sea tan bueno como él realmente es. Se dicen a sí mismos: He ido demasiado lejos esta vez; él nunca podría perdonar lo que he hecho. Tal desesperanza nunca proviene de Dios. Más bien resulta de la actividad acusadora de Satanás. La palabra de Dios llama a Satanás "el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche" (Ap. 12:10).
Muchas veces el diablo emplea nuestro pecado para descalificarnos y acusarnos en nuestra mente, el resultado es que muchas veces los creyentes nos sentimos sin esperanza de perdón y no nos acercamos a Dios por ayuda y redención. Su palabra nos insta más bien a que lo hagamos confiadamente (Heb.7:9)[1].
Aplicación. Como en el caso anterior, este llamado termina con la promesa que nos garantiza que, si nosotros nos acercamos a Dios, el se acercará a nosotros. ¡Que bueno es saber que no estamos sólo en nuestras luchas de fe!
D. Limpiarse las manos (v.8b) y purificar los corazones (v.8c).
La palabra utilizada ‘limpiar’ (gr. kazaridso), utilizada por Santiago, denota la idea de ‘limpiar el corazón de toda iniquidad’ (CBMH, ‘Santiago’, p.261). Las manos también denotan nuestras acciones, al parecer Santiago tiene en mente algunos pecados de sus destinatarios[2], a los cuales les invoca a que abandonen sus prácticas.
El lenguaje utilizado por Santiago nos recuerda la práctica sacerdotal en el AT, de lavarse las manos, como un requisito ceremonial para el encuentro con Dios (Ex.19:22)[3]. Los judíos también se lavaban las manos para estar puros ceremonialmente hablando (Ex.30:20-21)[4]. Todo esto sin duda tenía un valor didáctico, el lavarse las manos y tenerlas limpias, les recordaba que debía de hacer lo mismo con sus vidas mismas. Ya en el tiempo de Jesús, los Fariseos habían literalizado ésta ordenanza. Por eso Jesús les recordó que ‘la purificación del cuerpo no era tan importante como la del alma’ (CBMH, ibíd.).
Aplicación. Después de escuchar esto, estimados hermanos, meditemos en cuan limpios están nuestras manos y cuan purificados están nuestros corazones.
E. Afligirse, lamentarse y llorar (v.9a).
No es un simple acto lastimero, de tratar de convencer a Dios con nuestras lagrimas. Lo que Santiago más bien demanda es un acto que demuestre ‘un sentido de pesar por el pecado cometido, y una afirmación de no volver a cometerlo’ (Ibíd.). La palabra afligíos (gr. talaiporesate) significa ‘sufrir miserablemente, sentirse como una miseria’. Esto da como resultado el lamento y el lloro, y es el resultado de un examen personal, asistido por el Espíritu Santo, quien nos persuade de nuestra condición. Pues ‘Las personas tienen que reconocer lo que son antes de que puedan arrepentirse de lo que son’ (Gregory, p.84). Sin reconocimiento y confesión de pecados no hay perdón. El pecado que Dios no perdona, es aquel que no se reconoce.
Pablo nos habla de dos tipos de tristezas (CBMH, p.262):
“la tristeza que es según Dios”, la cual “genera arrepentimiento para salvación” y de la cual “no hay que lamentarse”, y “la tristeza del mundo”, que “degenera en muerte” (2 Cor. 7:10). Así también Santiago afirma que la tristeza y el pesar por el pecado cometido son el camino del arrepentimiento que llevan a Dios.
Aplicación. Si hay un pecado no confesado en nuestras vidas, humillémonos: aflijámonos, lamentémonos y lloremos, como una señal de un verdadero arrepentimiento. Dios sólo perdona los pecados reconocidos y confesados.
F. Invertir los sentimientos (v.9b).
Cuando la aflicción, el lamento y el lloro suceden; pues entonces la risa y el gozo –que provienen de este mundo- desaparecen. El pecado le quita la alegría al ser humano y lo hunde en una tristeza y miseria lamentable. El pecado invierte nuestros sentimientos, en lugar de gozo, produce aflicción, sentimiento de miseria. En lugar de risa, produce llanto.
Es mejor lamentarse y llorar como una señal de arrepentimiento, que no sea un estado que es el resultado de la desobediencia y el pecado en nosotros.
Para Santiago, la risa es una señal de autosuficiencia de parte del hombre, quien pretende vivir sin Dios, pensando que es suficientemente autónomo y que ha superado la etapa infantil de su existencia. Ese tipo de risa es diferente a la risa de un pecador que ha sido perdonado por Dios y liberado de su cautividad. El ríe y se goza debido a su liberación, declara su alegría a través de cánticos que hablan y reconocen a Jehováh como el hacedor de grandes cosas en medio de su pueblo (ver Salm.126:1-3)[5].
G. Humillarse[6] delante del Señor (v.10).
La última ´pastilla’ del remedio contra la carnalidad nos conduce nuevamente al principio: humillarse delante de Dios. Esta exigencia, al igual que las anteriores, viene con una bendición: la exaltación del que se humilla. Tanto nuestro Señor Jesús (Mat. 23:12[7]; Luc. 14:11; 18:14), como los apóstoles (2 Cor. 11:7; 1 Ped. 5:6[8]), tienen bien en claro que la exaltación es el resultado de la humillación. En la vida de Jesús podemos ver esto, él ‘se humilló a sí mismo’ (Filp.2:8), por lo cual ‘Dios también lo exaltó sobre todas las cosas’ (2:9). Eso no fue lo que pasó con el orgulloso Amán[9] del libro de Ester. Su codicia, su orgullo y su deseo de tener honores, terminaron por llevarlo a una muerte humillante.
La lección es más que clara, el que quiera exaltarse resultará humillado. Por el contrario, quien se humille, será exaltado. Para Santiago está claro que Dios resiste a los orgullosos, eso lo ha dicho ya en el versículo 6. La cita parece corresponder a Proverbios 3:34 (‘El Señor se burla de los burlones, pero trata con bondad a los humildes’, DHH). Por otro lado, Dios nunca menosprecia un corazón contrito y humillado (Salmos 51:17).
Aplicación. Hermanos lo que debemos de procurar en la vida cristiana, es una vida de humildad. La auto-exaltación sólo conduce a la humillación. Analicémonos cada uno de nosotros y veamos dentro de nosotros. No hagamos nada para buscar nuestra propia exaltación, para la foto, para el halago, para que hablen bien de nosotros y para alimentar nuestro orgullo. Por el contrario, hagamos el bien sin esperar aplausos ni frases lisonjeras. Lo que hagamos en silencio, será reconocido en público.

Conclusión:
Hermanos, después de haber visto cada una de las ‘pastillas’ que son parte del remedio contra la carnalidad, dispongámonos para considerar cada una de ellas, de manera que crezcamos en la fe y en la madurez cristiana. Dios detesta a los de ‘doble ánimo’, pero ama al pecador arrepentido. No olvidemos que someternos a Dios, nos permite resistir al diablo; que siempre necesitamos acercarnos a Dios con manos limpias, con aflicción lamento y lloro, como señal de arrepentimiento sincero. Humillarnos delante del Señor, nos garantiza que seremos exaltados por él. Que Dios nos ayude y bendiga.
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Notas Finales:
[1] ‘Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro’
[2] Es por eso que emplea la palabra ´pecadores’ y ‘vosotros de doble ánimo’ (v.8). Algunos de esos pecados ya han sido mencionados en los vv. 1-4.
[3] ‘Que también se santifiquen los sacerdotes que se acercan a Jehová, para que Jehová no haga entre ellos estrago’.
[4] ‘Cuando entren en el Tabernáculo de reunión, se lavarán con agua, para que no mueran, y cuando se acerquen al altar para ministrar y presentar la ofrenda quemada para Jehová, 21se lavarán las manos y los pies, para que no mueran. Y lo tendrán por estatuto perpetuo él y su descendencia a través de las generaciones’.
[5] ‘Cuando Jehová hizo volver de la cautividad a Sión, fuimos como los que sueñan. Entonces nuestra boca se llenó de risa y nuestra lengua de alabanza. Entonces decían entre las naciones: «¡Grandes cosas ha hecho Jehová con estos!». ¡Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros! ¡Estamos alegres!’
[6] ‘Humillarse, tapeinozete, significa bajarse, reducirse, achicarse. La raíz de la palabra humildad deriva del latín humus, que significa tierra. Humillarse es volverse a la tierra, acercarse a la tierra’ (CBMH, Santiago, p.262).
[7] ‘porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido’.
[8] ‘Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte a su debido tiempo’.
[9] ‘El rey Asuero preguntó a la reina Ester: —¿Quién es, y dónde está, el que ha ensoberbecido su corazón para hacer semejante cosa? 6Ester dijo: —¡El enemigo y adversario es este malvado Amán!...’ (Ester 7:5-6a).

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